Las crónicas, análisis, comentarios y declaraciones sobre la revuelta ciudadana a que ha llevado el movimiento Democracia real ya, van desde la descalificación absoluta, la burla y el descrédito a la comprensión paternalista, el apoyo más o menos decidido, el oportunismo e incluso cinismo y algo contra lo que lucha este movimiento, el miedo. Quienes descalifican sistemáticamente no merecen más espacio, quienes se suben al carro por conveniencia se delatan por sí mismos, pero quienes apelan al miedo de lo que puede ocurrir porque la gente tome la calle, quiera hacer oír su voz y se dedique a repensar nuestra forma de vivir, y que coinciden en muchos casos con perfiles supuestamente comprometidos y progresistas, podrían estar haciendo un flaco favor a la que se ha denominado la spanish revolution (quizá se use el inglés porque en castellano el término puede dar verdadero miedo). Pero el miedo solo lo deben tener quienes se han reído en nuestra cara, sobre todo durante estos últimos años, cuando veían que aquí nadie salía a la calle pese a robarnos la cartera y parte de nuestros derechos en nuestros morros.
Nos ha costado, sí. Mientras en otros países la ciudadanía tomaba la calle para protestar frente a los recortes sociales, el paro y la falta de futuro, en el Estado español nos quedábamos en casa, atemorizados, esperando a que la tormenta pasara y todo volviera a ser como antes. Pero hemos reconocido que la crisis no es pasajera, que no se trata de un pequeño ajuste económico, sino que el problema es de fondo, es el propio modelo en el que nos basamos, el capitalismo y la democracia liberal. En las plazas de España se habla de cambiar el sistema económico y también el político, pero no somos idiotas, sabemos que no podremos cambiarlo de la noche a la mañana. Pero tenemos derecho a pensar cómo podría ser el mundo que nos gustaría tener algún día. Hay un cartel en una de las plazas que dice algo así como que las luchas y logros de hoy serán disfrutadas por nuestros hijos. Nosotros, que hemos nacido y crecido en la democracia, hemos vivido en un modelo que nuestros padres pensaron que era lo mejor que podían darnos, y que con creces era mucho mejor que el que ellos vivieron. Ahora es la hora de que tomemos la iniciativa y pensemos el mundo que queremos darles a nuestros hijos, que debe ser mejor que el actual, porque sabemos que es considerablemente mejorable. No se trata de quemarlo todo y empezar de cero, hay avances que deben permanecer, pero tenemos el derecho a profundizar en la democracia, a pasar de votar cada cuatro años a poder decidir de manera más directa en la política, tenemos derecho a cambiar del capitalismo a ese otro sistema económico que no solo existe sino que está creciendo exponencialmente en los últimos años, la economía cooperativista, social o solidaria, y a mantener y ampliar los derechos sociales conseguidos por anteriores luchas sociales. Tenemos derecho a cambiar el sistema y si ese es nuestro sueño, nadie nos lo podrá impedir.
Ni codiciosos banqueros, desalmados empresarios, corruptos políticos, o pensadores y comunicadores vendidos al mejor postor, podrán quitarnos el derecho a soñar por un mundo mejor. Estamos decididos a pensarlo y mostrar nuestras propuestas más o menos espontáneas, más o menos posibles, más o menos estructuradas a toda la sociedad, desde las plazas y desde donde podamos, porque ese es nuestro sueño y no tenemos miedo a luchar por él. Y ahora, me voy a la plaza.