FIDEL DELGADO-El humor como salud
Fidel Delgado
El psicólogo clínico Fidel Delgado, que se autodefine como un “titiripeuta” y que imparte cursos de formación con títulos como “Déjate en paz” o “Los juegos del ego” valiéndose de recursos y utensilios propios de un payaso, cree que el sentido del humor es algo muy serio: “sentir el humor” es tener sensibilidad para detectar cómo nos encontramos. Conocer la calidad de nuestro humor, del fluir que nos conecta con nosotros, con los demás y con el Todo es, en definitiva, salud.
En una entrevista con Fundación Ananta, Fidel Delgado asegura que -como organismo individual o como organismo-empresa- hemos de tener muy activos esos sensores y escucharlos, y no tratarlos de adormecer, como hacemos a veces por miedo. Y también por miedo, asegura, cerramos la ventana al Espíritu para impedir que nos sacuda…
Cree que comprender que estamos en la vida “de servicio” nos conecta “con el lado servicial de la vida”, que es un lugar de buen humor, mientras que si vamos buscando reconocimiento, poder o dinero, nos acompaña el miedo, el bloqueo, el mal humor. En la misma línea, defiende el cultivo de las artes del silencio y el desapego. Recién casado a sus 60 años, ha estudiado el camino de Carlos Castaneda y habla de Jesús con una devoción lúcida y contagiosa; ha practicado yoga y zen, esto último en ocasiones de sol a sol; ha vivido en una comuna durante casi siete años, y empezó a dar cursos de formación por los hospitales mientras vivía itinerante en una roulotte. Todo, después de renunciar a su plaza como psicólogo adjunto al Departamento de Psiquiatría en la Ciudad Sanitaria de la Paz, de Madrid, hace ahora 26 años.
Desde entonces la vida se ha ocupado de él y le ha empujado a explicar a los demás que sólo somos parte de algo que nos supera, y que no tenemos nada que temer.
Fundación Ananta: ¿Alguna recomendación para las empresas, en relación con el sentido del humor?
Fidel Delgado: El humor está en todo porque la vida es fluida, así que hay que prestar atención a sentir ese fluir. Para un organismo es importantísimo que los sensores que tiene instalados estén sensibles. Y cuando dan señales de que todo va bien, el efecto es la alegría, los buenos resultados de negocio… Si, por el contrario, algo chirría o surge algún conflicto, sentirlo cuanto antes es indicativo de salud, de higiene mental. El buen rollito, una cena, un brindis, es sólo un producto –o un subproducto– final. Es mucho más urgente percibir cómo están las cosas y, a medida que se arreglen, brotará el bienestar tranquila y espontáneamente.
FA: ¿Se le presta atención suficiente a la sensibilidad?
FD: En muchos casos, se tiende a amortiguar esos sensores, a bajarles la sensibilidad porque molesta que avisen de que algo no funciona. Ha habido grandes crack que se podían haber pre-sentido, pero en los que han funcionado mecanismos de defensa por encima de las alertas. Sin el sentir, las empresas se mueren porque empiezan a trabajar en vacío; no saben si están en buena relación interna y con el entorno, ni si responden a una necesidad real de mercado. Cuando un organismo no sabe -no siente- cuál es su relación consigo mismo y con la vida, se vuelve autista; y dura lo que le dura la pila, los recursos… luego se va quemando la gente, se va quemando el sistema… y crack. Eso viene muy bien a todos los que trabajan patologías… se le da mucho trabajo a un coach, a una consultora; los cirujanos del cuerpo y de empresas acaban teniendo que acudir simplemente porque estaba anulada la sensibilidad.
FA: ¿El mobbing se encuadra en ese contexto?
FD: El mal humor organizado y rentabilizado da lugar al mobbing: me entretengo en chinchar al otro sin que se note; es un estímulo muy tóxico pero muy estimulante; es perder el sentido del servicio y convertir el trabajo en algo que sirve para mis cosas: un poquito de poder, un poquito de creatividad contra otro… que producen satisfacciones perversas. Todo eso entra en la gama del mal humor, del miedo. La gente que acosa o que busca negocio a costa de otros, está llena de miedo porque se teme lo mismo de los demás.
FA: ¿Cómo se puede combatir?
FD: Estar “de servicio” me permite estar con el lado servicial de la vida, en el buen lado. Si ya directamente salgo de casa a mangar, la alerta sobre que me manguen a mí es desde antes de salir. Yo creo que todos tenemos instalado el miedo, pero una vez que lo reduces funcionalmente, permites que afloren otros motores humanos que son mucho más crecederos y mucho más gratificantes, pero es muy fácil caer en la tentación de tocar el miedo para mover al otro. El sentido básico que aglutina a una empresa se mantiene a base de comunicación personal. Conviene que el grupo se autoevalúe con la referencia de un organismo humano: ¿Hay cabeza? ¿Hay corazón? ¿Se come? ¿Se descansa? ¿Estamos en guerra o en paz? ¿Qué tal con otros clanes? ¿Hay risas? ¿Hay juego?... eso es lo saludable.
FA: En función de esos parámetros, ¿cómo es la salud completa?
FD: Nuestra medicina presta atención a lo somático y vive básicamente de la química, pero conviene detectar si el desequilibrio en la salud viene por la nutrición más básica o por el alimento en el sentido más sutil –emocional, mental, espiritual…-. El sentido del humor me permite darme cuenta de que, por ejemplo, la razón de mi enfado es que no descanso. ¿Tú te has dado cuenta de que no se habla en ningún sitio del arte de descansar? Todo el mundo toma pastillas para descansar, y coge días de descanso pero nadie sabe descansar. Necesitamos dejar de meter tontunas en la cabeza, que pare la mente, descubrir el gusto por el silencio y desde ahí llegar a la lucidez, al equilibrio, a lo más profundo, que es lo que nos lleva a la solución real de los conflictos.
FA: ¿Tan importante es el silencio?
FD: Todos paramos al final del día cuando ya no podemos más, pero es necesario el reposo de actividades, de deseos, de búsqueda constante de estímulos. Un descanso profundo, decidido, buscado, querido, es un arte, pero como no consume nada, no se vende en ningún sitio. También a veces estamos de mal humor por estar sometidos a demandas de mucha gente, que son al final nuestros propios deseos, y no sabemos cómo renunciar. Soltar y desapegarse tiene mucho que ver también con el buen humor; ya ves, soltar, callar, y no precisamente reírse, jugar, hacer, hacer, hacer…
FA: ¿Y cuál es la importancia de la risa?
FD: La risa sólo puede florecer cuando el organismo está bien dentro y no tiene temor de fuera. Cuando ves reírse a alguien o tú te puedes reír, tu cuerpo entero dice: “estamos bien, estamos tranquilos, no hay peligro, nos podemos reír”. Hay gente que se cree que si se ríe pierde defensas, pero es al contrario, el mensaje es: “estoy tan seguro que me puedo reír hasta de mis propios agujeros”. Básicamente se abre la comprensión y, sobre todo, se abre el corazón a que el de enfrente no es enemigo; por eso sería bueno hacer unas risas antes de empezar cualquier encuentro, porque nos hace saber que los que estamos ahí no nos tenemos que andar vigilando de reojo.
FA: ¿La risoterapia tendría esa función?
FD: La risoterapia tiene connotaciones que a veces son muy descargantes de tensión, muy funcionales. Por esa vía, gente desconocida, después de reírse un rato, sabe que ninguno es peligroso. Pero el buen humor que deberíamos intentar promocionar en nuestro entorno y en nosotros es ése que brota de estar confiado en mí y en los otros, no necesariamente con ingeniosidades ni risas.
FA: ¿Es aplicable todo esto a la relación entre las empresas?
FD: Estamos en el terreno de la utopía ideal, pero hasta que no lleguemos allí, andaremos chirriando. Aunque está establecido, como consenso general, que el mundo de la empresa es un mundo de lobos, la gente que tiene valores menos agresivos y egocéntricos no se tiene que gastar la mitad del presupuesto en defensas, ni la mitad de las reuniones en control miedogénico; y puede dedicarse a crear y servir.
FA: ¿Es más fácil en las empresas pequeñas?
FD: Las grandes que mejor conozco, la sanidad y la educación, no generan ni lo uno ni lo otro: los hospitales no funcionan principalmente movidos por la voluntad de sanar enfermos ni los colegios están volcados en la formación de los muchachos.
FA: ¿Las instituciones han olvidado su misión?
FD: Incluida la religiosa… se trataba de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, y nos ponemos a hablar de las células madre y de si es ético o no es ético… Muchos ya nos hemos operado del miedo al infierno; Jesús venció a la muerte, venció al miedo y enseñó cómo amar.
FA: ¿Hasta dónde es válido el mensaje cristiano?
FD: Quien movió a Jesús nos mueve a todos, Jesús se dejó mucho mover; me parece un buen modelo de dejarse mover por el Espíritu. A él le tocó hacer lo que le tocó hacer y ahora toca lo que toca. El modelo no es a fotocopiar sino a dejarse inspirar. Lo delicado de los arquetipos cristianos es que a algunos les produce sarpullido. Cuando hay alergia a alguna cosa, conviene que no la pongas encima de la mesa. Si me hace falta, puedo hablar del Hijo Pródigo sin citarlo, como hacía él, con metáforas, parábolas, semillas que prendan y que no desencadenen la alergia que han generado los abusos religiosos.
FA: ¿Mejor ir a la esencia, sin poner nombres?
FD: La esencia del asunto es dejar la ventana abierta para que sople el Espíritu, quitar el miedo a que el viento me acatarre en vez de que me inspire. Jesús sólo tenía el mandamiento de no tener miedo (“Yo he vencido a este mundo”). Quizá la primera traducción de evitar el mal humor es cuidar no meter miedo, que es muy tóxico. Una de las grandes irritaciones de Jesús fue en ese sentido, cuando dijo que quien hace tropezar a alguien, o mete miedo alguien, mejor que le pusieran una piedra al cuello y le echaran al río. Sin embargo, hay grupos que utilizan el miedo envuelto en palabras cristianas.
FA: Si fuera más fácil de esquivar, no estaríamos hablando tanto de miedo...
FD: Hay gente que le resulta imposible saber que está repartiendo mal humor y malos miedos a los demás, porque ni se dan cuenta de que ellos lo tienen, creen que esa es la verdad. Hay emisoras de radio especializadas en meter miedo, y el miedo mueve y se contagia y transporta mucha rabia. Hay que vigilar el miedo al miedo y reconocerlo cuando venga para poderlo parar antes de que me invada como una infección.
FA: ¿Eres partidario de un gesto desde los poderes públicos para combatirlo?
FD: El miedo hay que resolverlo en la más estricta intimidad. Es una vibración de una frecuencia bajísima pero muy contagiosa. Deberíamos aprender a recortar los miedos a su función básica bioprotectora. Otros miedos manipulados por la mercadotecnia agobian la vida con necesidades fantásticas e irreales: “me tienen que querer y comprender todos”, “tengo que ser joven siempre”, “todo el mundo se ríe mis pelos… o de su ausencia”.
FA: ¿Existe también miedo a la escasez? ¿Está fundamentado?
FD: Cuando la lucidez crece, va disolviendo los problemas: uno es la escasez. Hay de sobra para todos y hay que repartir mejor. No habría hambre si repartieran los de máxima conciencia porque basta con un poquito de comida, un poquito de casa y un poquito de quererse… Pero si lo hacemos con esta cabeza, con este corazón forrado de miedos y que no se atreve casi a palpitar en sintonía con la vida, y con estos prejuicios…
FA: ¿Cuál es el secreto del éxito de un curso?
FD: La consciencia que mueve una reunión nos mueve a todos y no sabes por dónde va el remolino; intentar saberlo, pensar que ya sabes cómo, es exactamente donde restringes el Misterio. Este asunto es fundamental para perder toda angustia o prevención con el famoso público. Prepárate lo que tú quieras, pero lo que van a oír es lo que tienen que oír. No restrinjas nada por temor; cuando crees que depende de ti, ya has reducido todo el potencial de la vida. Y eso no es solo para hablar en público, es para vivir. Eso incluye aceptar que la cosa salga aparentemente mal, y también implica soltar la idea de que si no fuera por nosotros, algo no funcionaría..., eso hace revisar la responsabilidad hacia gente cercana, como los hijos…No tenemos tantos méritos como creemos…ni culpas… Y si lo llevas todo controlado, no dejas que la vida te sorprenda.
FA: Resulta muy tranquilizador, pero habrá que poner al menos la intención…
FD: Estoy atento a intentar hacer metáforas tangibles para hablar de lo intangible, juegos para comprender; cómo aterrizar lo que no es terreno pero que hay que pillar en esta tierra, que para eso hemos venido… Pero soy testigo de grandes contrasentidos, como el director de un centro de terapias que tiene un estrés espantoso porque se cree que tiene que controlar todo el rato. Irse liberando de la angustia supone confiar en la vida. En los cursos que organizo en Gredos, mi mujer cocina lo mejor que sabe, y yo, también. A partir de ahí, que sea lo que Dios quiera.
FA: Una frase para cerrar…
FD: Mejor, para abrir: cuando uno mantiene contacto con el impulso profundo que le sostiene haciendo algo, descubre que es empujado a dar de sí sin límite. Cuando te das cuenta de que ese motor viene de muy atrás y nos supera por delante con mucho, la acción se produce confiadamente, sin trajín desquiciante, obligación culposa ni esfuerzo angustiado.
entrevista 28 febrero 07
Redacción - Fundación Ananta
Fidel es psicólogo clínico.
Desde hace 30 años trabaja como formador de formadores y de todo tipo de profesionales de la salud física y mental en las diferentes Autonomías.
Autor de “Saber cuidarse para poder Cuidar”, “El juego consciente” y “Sacar el jugo al juego”.
Especializado en reenfocar crisis vitales, elaboración de pérdidas y autoindagación lúcida. Entrena a Cuidadores de todo tipo a saber cuidarse para poder Cuidar con un estilo lleno de Amor y Humor que te dejará huella.
http://www.desarrollohumanoonline.com/servicio.php?Id_servicio=477