Los humanos somos seres sociales por naturaleza. Prácticamente todo el mundo sabe que si le duele la oreja una posibilidad es acudir a un médico especializado en otorrinolaringología, o si padece erupciones cutáneas, a un dermatólogo. ¿Pero a qué psicólogo acudir cuando el malestar pertenece al ámbito de las emociones? ¿A un cognitivo-conductual? ¿A un psicoanalista? ¿O mejor a un psicólogo experto en terapia breve? ¿Son preferibles las sesiones indviduales o las dinámicas en grupo? ¿No sería mejor un psiquiatra y solucionarlo con unas pastillas? ¿Tal vez un coach, tan de moda ahora? Los interrogantes se pueden multiplicar, porque en el ámbito de las emociones hay quienes habiendo realizado un cursillo de fin de semana en constelaciones familiares o regresiones, por ejemplo, ya se sienten capaces de autonombrarse expertos en desentrañar los entresijos de la biografía personal y aliviar ese malestar (y hay quien afirma que también le ha ido bien). Pero eso sería otro tema.
Las experiencias son múltiples. Y una misma persona se puede encontrar en que un buen amigo le aconseja que acuda a un psicoanalista para hacer frente a su ánimo decaído porque a él le fue muy bien, como otro le sugiere que visite a un psicólogo experto en terapias breves porque, según le dice, le ayudó a levantar la moral. O a un psiquiatra. Como no sabe a quien elegir ni quiere perder tiempo y no tiene claro si le van a garantizar una mejora, opta por no visitar a nadie. Piensa que ya le pasará.
Javier Urra, presidente de la Comisión Deontológica del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, profesor de Ética y Deontología en la facultad de Psicología en el Colegio Universitario Cardenal Cisneros perteneciente a la Universidad Complutense de Madrid y coautor y coordinador del libroSecretos de consulta (Ed. Planeta), advierte que no se trata de psicologizar todo lo que sucede en el mundo emocional de cualquier persona, pero recuerda que hay quien requiere apoyo en algún momento determinado de la vida, “y para eso estamos”. No todas las personas son iguales, y la edad del paciente puede determinar el tipo de psicólogo a quien acudir, como apunta Josep Vilajoana, decano del Col.legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya y vicepresidente segundo del Consejo general de Colegios Oficales de Psicólogos. Este experto afirma que la actitud del profesional ante un menor es distinta que la de ante un adulto.
Fernando Artal, psicopedagogo, primero quiere resaltar que el primer filtro para discernir a qué profesional acudir es, sin duda la edad. “Y también es importante saber de donde parte la primera inquietud en relación con lo que le sucede al menor. Si parte del entorno escolar es lógico acudir al psicopedagogo, que lo puede derivar a un psicólogo clínico especializado en infanto juvenil o a un psiquiatra si detecta que se trata de un trastorno grave que requiera algún tratamiento de tipo farmacológico. Si la inquietud parte del entorno familiar, lo lógico es consultar al pediatra para descartar cualquier desequilibrio orgánico. El pediatra decidirá entonces a qué tipo de profesional derivarlo en caso necesario”.
No parece que haya demasiadas dudas respecto a qué profesional acudir cuando se trata de los hijos, pero no está tan claro cuando se trata de adultos. Por eso, antes que nada, “el adulto tiene que decir qué quiere, cuáles son sus objetivos”, explica Josep Vilajoana. En ese sentido, Juan Carlos Albaladejo, vicepresidente de difusión de la Sociedad Española de Psicología Analítica, resalta la importancia de que la persona sea honesta consigo misma y responda sinceramente a las preguntas, “¿qué quiero?, ¿quiero una terapia?, ¿quiero un desarrollo personal?” Pero no siempre está claro qué se quiere. Sólo sabe que no está fino. Y es más difícil todavía cuando se trata de un adulto que demanda una terapia en nombre de otro adulto. “En bastantes ocasiones sucede que la mujer envía a su pareja al psicólogo. Y cuando el hombre llega a al consulta no pide nada al profesional que tiene delante. Ha ido forzado por las circunstancias, pero no porque esté convencido de la necesidad de ser tratado. Ni siquiera tendrá claro de qué tiene que tratarse”, explica Josep Vilajoana. En ese caso no hay nada que hacer, pues es el sujeto quien tiene que decir qué quiere.
Raquel Ferrari, vocal de la junta de gobierno del Col.legi de Psicòlegs de Catalunya dedicada a todos los asuntos relacionados con el ejercicio de la clínica, explica que ante todo el paciente debería tener claro qué quiere. “El instrumento que utilizará el profesional dependerá de los objetivos que se propongan, de los objetivos que se establezcan”, comenta Raquel Ferreira. En ese sentido, el profesional determinará y le explicará al paciente los plazos y si los objetivos son realistas. Josep Vilajoana pone un ejemplo, “si voy a un balneario y le digo al médico que quiero perder diez kilos en una semana, evidentemente me contestará que no es un objetivo real o, en todo caso, sería muy contraproducente para mi salud. El psicólogo lo mismo. Tiene que presentar un mapa de lo que cabe esperar realmente a quien acuda a la consulta, y si es necesario le aconsejará que acuda a otro profesional de la psicología”.
Por eso cuando se pregunta a qué psicólogo acudir Raquel Ferrari aconseja ponerse en contacto con el Colegio Oficial de Psicología, y no preocuparse de si el psicólogo está especializado en un tipo de terapia u otra. Lo importante es que esté colegiado. “Es la garantía de que se haga un buen diagnóstico y posteriormente una adecuada intervención. Y si el profesional cree que el tipo de intervención requiere otro tipo de psicólogo, le sugerirá a otro profesional”. Raquel Ferrari comenta que cuando ella deriva a otro colega suyo es porque garantiza la calidad y seriedad del profesional.
Pero en el trato con el mundo emocional hay un intangible: la empatía, lo que los profesionales llaman la transferencia entre paciente y profesional. Luis Folgado de Torres, psicólogo clínico, explica que hay muchas formas de elegir psicólogo. “Algunas personas recurren a la recomendación como medio de encontrar a su terapeuta, de la misma manera que dejamos que nos recomienden un médico o un producto. Se trata de una forma de garantizarnos un trato profesional y la experiencia necesaria del terapeuta para abordar nuestro problema. Buena parte de las personas que llegan a la consulta por primera vez lo hacen a instancias de una tercera persona, normalmente un antiguo paciente”. Sin embargo hay un pero. “La única objeción a esta fórmula es que los éxitos terapéuticos con un paciente no los garantizan ante otros”. Por eso Raquel Ferrari afirma que el psicólogo puede ser bueno, “pero es importante que haya empatía”. Y Javier Urra añade que el vínculo entre el terapeuta y el paciente es prácticamente decisivo. Sin empatía es difícil que la terapia funcione. Es como ir al mejor médico: si no establece una corriente de confianza difícilmente se seguirán las pautas médicas. En las cosas del alma se hace más visible la necesidad de esa buena sintonía.
Josep Vilanova también aconseja que más que centrarse a qué psicólogo acudir, es importante que en la primera sesión el paciente pregunte y pida explicaciones al profesional que tiene delante. “Es el derecho del paciente, así como denunciar si se siente estafado. Por eso importante acudir a un profesional que pertenezca al colegio de psicólogos. Es la doble garantía que tiene el ciudadano sobre la formación de psicólogo y que puede responder ante una niglegencia profesional”.
Una vez aclarado este aspecto, los expertos contemplan dos maneras distintas y complementarias de abordar los problemas psicológicos. “Hay quienes están especializados en resolver de manera más inmediata el problema del síntoma, y otros que ayudan a explorar y entender qué sucede detrás del síntoma manifestado”, explica Josep Vilajoana. En ese sentido la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud ha elaborado un documento por un equipo de expertos donde se especifica los tipos de tratamientos psicológicos. “Los principales son la terapia cognitivo-conductual (basada en el modo de aprender nuevas formas de pensar, actuar y sentir), las psicoterapias psicoanalíticas y dinámicas (centradas en el estudio introspectivo del ser humano), las terapias de corte existencial-humanista (basadas en gran parte en la relación terapeuta-paciente) y las terapias sistémicas (que consideran los problemas de una persona como la expresión de que algo funciona mal en su sistema familiar o de pareja, lo que implica hacer cambios en dicho sistema)”.
En cualquier caso, parece más importante la vinculación entre paciente y terapeuta que el tipo de herramienta que use el profesional. Dicho esto, el paciente puede acudir a una terapia donde el objetivo es tratar la sintomatología, una fobia concreta por ejemplo, o bien puede ir un poco más allá e intentar saber de donde viene esta fobia para que no aparezca bajo otras formas. Josep Vilajoana advierte que no siempre el profesional tiene que abordar la zona oscura del paciente, una parte del inconsciente donde se entremezclan mecanismos del mundo emocional. El paciente marca el ritmo de su autoconocimiento y a veces es bueno poder compartirlo en una terapia grupal. “La terapia en grupo tiene una potencia que multiplica los efectos de una terapia. No es adecuado para fóbicos o trastornos mentales graves, pero la experiencia en grupo de madres monoparentales, en grupos de cuidadores, grupos de padres adolescentes conflictivos o grupos de duelo, es muy positiva. Socializar el sufrimiento ayuda a gestionarlo”.
También hay psicólogos que utilizan tanto técnicas verbales como corporales. El abanico es tan amplio en cuanto a técnicas que puedan emplear los profesionales que Juan Carlos Albaladejo aconseja buscar el psicólogo “por proximidad a tu lugar de trabajo o donde vives, o porque alguien te lo recomienda y tener claro qué tipo de demanda hay. En el caso de una fobia u otros síntomas agudos o puntuales requiere abordarlo y solucionarlo de forma relativamente rápida. Si se trata de un malestar que se escapa a un diagnóstico patológico, es más bien una crisis vital, no será tan rápido. Y si además buscas algo más trascendente o tienes sueños de tipo recurrente, sugiero un profesional de la psicología analítica que está especializado en trabajar con sueños y símbolos, con la parte trascendente del ser humano”. Y, en cualquier caso, “al final lo que va a importar es el profesional: que sea honrado, claro y sincero”. Como en toda profesión.
Pistas
Cognitivo-conductual Este tipo de psicología establece pautas para incorporar otras formas distintas de pensar, sentir y hacer para cambiar las formas automáticas de reaccionar que se tienen habitualmente.
Psicoanálisis También conocida como psicología dinámica. Está especializada sobre todo en la inmersión en el inconsciente. No responde tanto a resolver de forma breve una sintomatología patológica como a la inquietud de un individuo por conocerse mejor y explorar sus mundos internos.
Terapia sistémica Se centra sobre todo en la interrelación con el entorno familiar, cuyos miembros también son invitados, en ocasiones, a acudir a las sesiones junto con el paciente.
Terapia breve Consta de unas pocas sesiones y su objetivo es abordar de forma directa una sintomalogía aguda como ciertas fobias o situaciones traumáticas que requieren el apoyo puntual de un profesional.
Dinámicas en grupos Puede ser complementaria a las sesiones individuales y su objetivo es reunir individuos que comparten una misma o similar circunstancia dolorosa o difícil de manejar. Al tratarla en grupo parece que la intensidad de la emoción va perdiendo fuerza y parece más fácil gestionarla o relativizarla e irla integrando.
Coach Es un entrenador personal que diseña estrategias para cumplir unos objetivos determinados. Un coach no es un psicólogo, pero hay psicólogos que además son coach.
¿Psiquiatra, coach o psicólogo?
Si ya resulta difícil escoger un psicólogo, a veces la duda está en si acudir a un psiquiatra en lugar de un psicólogo. “Total, con una pastilla lo soluciono todo”, aseguran algunas personas. En ese sentido la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud da algunas pistas que tener presente y explica algunas diferencias entre un psicólogo clínico y un psiquiatra: el psiquiatra es un licenciado en medicina y el psicólogo clínico, en psicología, por ello, “el psiquiatra considera los problemas del paciente como resultado de que algo no funciona bien en el organismo (en el cuerpo); por el contrario el psicólogo clínico se centra en aspectos de la psique (cómo influyen las relaciones y situaciones sociales, familiares, las emociones, la visión personal sobre los problemas, etcétera). Esto no quiere decir que el psicólogo excluya en su tratamiento los aspectos orgánicos, o que el psiquiatra haga lo propio con los factores psicológicos. Sin embargo, sí debe quedar claro que ambos se diferencian en la mayor importancia que dan a lo psicológico (psicólogo clínico) o a lo orgánico (psiquiatra). En consonancia con esto la segunda diferencia está en qué hacen ambos profesionales. El psiquiatra se ocupa, habitualmente, de diagnosticar y recetar un fármaco; y el psicólogo clínico, junto con el diagnóstico, busca analizar las dificultades específicas del paciente en su día a día y hace un plan ajustado a éstas para superarlas”. Raquel Ferrari asegura que la figura del psicólogo y del psiquiatra no son incompatibles. “Según en qué ocasiones el paciente puede necesitar algún fármaco. Según los cuadros obsesivos, las fobias o depresiones puede ser necesario remontar al paciente con algún medicamento”. Pero eso ya es algo más que un malestar y, en cualquier caso, el psicólogo indicará cuándo puede ser necesario recurrir a ese apoyo transitorio.
Últimamente ha emergido con fuerza la figura del coach que algunos la contraponen con la del psicólogo. “Es indudable que la mente, lo psíquico mejora el rendimiento de un deportista de elite”, explica Josep Vilajoana. Y comenta los casos del tenista Rafa Nadal y de Josep Guardiola. “Es la fuerza de la mente. Y no se contrapone la función del psicólogo y la del coach. En ese sentido hemos preparado para el 11 y 12 de octubre la 1st. International Congress of Coaching Psychology Spain”, recuerda Vilajoana. Lo organiza el Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya y está patrocinado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos, la Universitat Autònoma de Barcelona y la Psicofundación.