Posted: 01 May 2013 04:53 AM PDT
En mi libro “Arte y ciencia del coaching”
(2005), capítulo segundo, ya hacía una distinción entre las que
consideré las tres grandes escuelas o líneas de coaching internacional.
Posteriormente, pasados 7 años, en la primera edición del mismo libro en
España (2012), puntualicé que la integración de dichas líneas solo era
posible si se aceptaba como común denominador de la esencia del coaching
la no-directividad (ver aquí).
Lo cierto es que existe una línea divisoria infranqueable en términos
teórico-académicos (e incluso prácticos) entre la escuela
Europeo-Humanista o No-Directiva que yo practico, y la Ontológica o
Americana, dado que el trasfondo filosófico e ideológico entre ellas es
irreconciliable en los términos en los que actualmente se enseña y
practica.En el epílogo de la primera edición de mi libro (2012) explico cuál es el marco metodológico del coaching no directivo, y cómo debe existir una relación coherente entre el marco histórico, teórico y ético. Cualquier fallo en la relación de estos tres aspectos devendrá indefectiblemente en incoherencias teóricas, ineficiencias prácticas y en muchos casos en inmoralidades o problemas éticos.
Uno de los máximos exponentes del coaching ontológico, Rafael Echeverría, publicó un libro titulado “Ética y coaching ontológico” (2011). Celebro, puntualmente, que el autor se lamente, en dicho libro, de haber acuñado el concepto y práctica típicamente ontológica de la “irreverencia gentil“.
Así lo describe Rafael en su libro:
“Personalmente me inicié en una escuela que invocaba el coaching ontológico que hacía de este una práctica sustentada en una plataforma ética opuesta a la que hemos descrito (…) El tipo de interacción que esta escuela promovía recurría permanentemente a la falta de respeto, al maltrato, al abuso de la dignidad del coachee. Se realizaba un tipo de coaching ontológico que se afirmaba en la arrogancia del coach, que frente a la falta de confianza que ello generaba, responsabilizaba al coachee y lo hacía sentirse culpable por algo que era, en rigor, reflejo de las incompetencias del coach (…) En plena transición hacia una ética diferente, introduje una distinción que hoy no dejo de lamentar. Acuñé el término de “irreverencia gentil” para introducir un recurso de intervención en el coaching que legitimaba una práctica que hoy condeno de manera explícita. Ella permitía, invocando que lo hacíamos para servir al coachee, faltarle gentilmente el respeto y sacudirlo del lugar donde se encontraba para facilitar su desplazamiento. Hoy considero que ello era expresión de nuestras incompetencias de entonces. Echábamos mano de esa tal “irreverencia gentil” para salir de la desesperación que muchas veces sentíamos frente a nuestra propia inefectividad. No sabíamos resolver esta situación de otra forma. El problema era que muchas veces esa “irreverencia gentil” terminaba haciéndole daño al coachee. No mejoraba los resultados, los empeoraba”Hace tiempo que vengo explicando, en clases y conferencias, las inconsistencias teóricas del coaching ontológico, y los problemas prácticos y éticos que se derivan de ellas (así como de ciertas ideas y prácticas concretas dentro de este mundo que aún adolesce). Felicito a Rafael Echeverría por su honestidad intelectual, y por subsanar una de estas incoherencias teórico-prácticas del coaching ontológico; pero lamento que aún hoy se sigan enseñando y practicando este tipo de incoherencias e inconsistencias que son esencialmente opuestas al marco metodológico del coaching, y que derivan irremediablemente en mala praxis.
Rafael Echevería, Ética y coaching ontológico, Editorial Granica S.A., 2011, pág. 83-85.
Leonardo Ravier