Una de las habilidades de la “maestría en el vivir” radica en la capacidad que tengamos y desarrollemos de enfrentarnos a diario con ciertas situaciones que amenazan con interrumpir nuestra estabilidad.
A estos eventos podemos llamarlos QUIEBRES y podemos definir QUIEBRE, como algo inesperado, algo en nuestro andar que interrumpe el fluir normal de los acontecimientos.
Claro que existen quiebres que nos sorprenden PARA BIEN, pero hoy voy a referirme específicamente a los QUIEBRES NEGATIVOS que serían aquellas situaciones que nos “sacan”, que nos hacen sentir mal, que nos sorprenden desagradablemente.
Te propongo estas 3 tácticas que aplico en mi propia vida que me ayudan a vivir en paz y a enfrentarme con estos reveces de la mejor manera posible…
1) Acepta la situación y el estado de ánimo que no te hace sentir bien sin resistencias.
La situación que te sorprenda indeseablemente puede ser que alguien que te haya hablado de malas maneras, un suceso que no te guste, una noticia o cualquier hecho que provoque en ti una decepción o pesar por algo que pasó y no esperabas.
Las emociones que prevalecen en este momento son el enojo, la bronca, el desconcierto sintiendo molestias en el cuerpo como por ejemplo nudo en el estómago, dolor de cabeza, entre otras.
La emoción que sientes es como la reacción en el cuerpo provocado por tu mente.
Aceptar la emoción que no te hace sentir bien significa que no la reprimas, que no la “tapes”, que no te “pelees” con ella.
Aceptar la emoción sin resistencias implica no hacer conjeturas del tipo…
- “siempre me pasan estas cosas a mí”,
- “por qué me toca vivir esto”,
- “si no hubiera ocurrido esto yo podría…”,
- etc. etc..
Permite que la emoción esté en tu ser; permítete sentirla en el cuerpo. Es una reacción necesaria; te muestra que estás vivo, que eres un ser humano y que tienes que trabajar con esta alerta en forma sana y responsable.
2) Elige “salirte” de ese estado de ánimo.
No podrás evitar ingresar en estos estados emocionales de conmoción, enojo, bronca, decepción. ¿Pero qué es lo que sí puedes hacer?
Siempre les digo a mis clientes y alumnos que lo que SÍ pueden hacer es ELEGIR cuánto tiempo quedarte en ese estado.
No puedes controlar ingresar en ellos pero sí elegir cuando “salirte”. ¡Esto es muy PODEROSO!
He comprobado en mis clientes y en mí misma que la mayoría de las veces en que algunas situaciones nos “sacan” de la estabilidad, es porque algo en nuestro interior con relación a la imagen que tenemos de nosotros mismos se ve herido. Puede haber algo dentro que nos dice:
- “te has equivocado”,
- “lo que ocurrió confirma que no eres capaz”,
- “no eres lo suficientemente bueno”…
Y, al margen de lo que los otros hagan o lo que la situación externa muestre, lo que más nos daña interiormente es cómo eso impacta en nuestra autoestima, en el amor a uno mismo que se ve en jaque.
¿Cómo puedes salirte de ese estado de ánimo que se siente TAN FEO?
Interviniendo en tus pensamientos. Recuerda que la emoción que sientes es una reacción en el cuerpo que responde a tu mente, a la conversación interna que estás manteniendo respecto a lo sucedido.
Con seguridad está pululando en tu cabeza un pensamiento o varios que te “tiran abajo” con respecto a la situación.
Entonces, lo que debes hacer es “capturar” esas interpretaciones, “escucharlas”, “agarrarlas” y trabajar con ellas; y desafiarlas, para darte cuenta si en verdad son verídicas.
Si no encuentras evidencias de que lo que estás pensando es “así”, entonces verás que se diluirán de tu mente y comenzarás poco a poco a sentirte mejor confirmando la veracidad de los pensamientos contrarios.
3) Toma una decisión y emprende una acción que restituya tu equilibrio.
En coaching, la acción de restaurar el equilibrio la llamamos “restaurar la transparencia” que es ese estado donde todo fluye normalmente sin presencia de algo que la corte, como estos quiebres inesperados que resultan una amenaza.
¿Cómo puedes recuperar esa estabilidad?
Tomando una decisión que te permita HACERTE CARGO de la situación con RESPONSABILIDAD.
Hacerte cargo con responsabilidad significa que ejecutes la HABILIDAD de RESPONDER ante la situación de manera que puedas convertirte en protagonista de la misma. Esto es, involucrándote en el problema, no sintiéndote ajeno a él y que es algo que afuera debe solucionare “solo” o como por “arte de magia” o que “ya va a pasar”.
Un cliente mío Gustavo, había tenido un inconveniente con el que en ese momento era su jefe. Esa persona había desplegado en el último tiempo maneras desagradables de dirigirse a sus subordinados y por supuesto ésto afectaba negativamente a Gustavo, que se sentía “contraído” cada vez que le solicitaba una tarea. Así fue como trabajó Gustavo a partir de estas estrategias:
1) Aceptó lo mal que se sentía por la forma inadecuada que tuvo su jefe de dirigirse a él. Aceptó este hecho y la emoción que lo embargaba sin resistencias. Cuando su mente comenzó a hacer conjeturas de por qué tuvo que pasar esto o lo otro, simplemente dejó de pensar, no “alimentó” más esto que lo hacía sentir cada vez peor. No le dio vueltas al asunto.
2) Luego de esta oleada de emoción desagradable, eligió “salirse” de la misma. Primero se retiró al baño, se mojó la cara, respiró profundamente y pensó “voy a restaurar mi transparencia”, “no quiero permanecer en esta incomodidad y este -sentirme mal- por mucho tiempo, quiero hacer algo”.
Y allí fue que comenzó con este trabajo interior y se preguntó a sí mismo:
“¿Cuáles son los pensamientos que estoy teniendo sobre esto?”
Y las respuestas que en su interior aparecieron fueron:
- “algo hice mal seguramente por lo que mi jefe no debe estar conforme con mi trabajo y por eso me mira así de mal”,
- “no soy bueno”,
- “no soy capaz”,
- “me equivoqué”,
- “no valgo”,
- “tengo miedo”,
- etc., etc..
Se dio cuenta de que todos eran pensamientos que minaban su autoestima.
Luego tomó uno por uno e intervino en ellos para “desafiarlos”. Se dio cuenta que no encontraba hechos concretos que validen estas interpretaciones o supuestos que tenía sobre sí mismo y sobre lo ocurrido, por lo que los mismos terminaron diluyéndose.
Por otra parte, se dio cuenta de las cosas que sí estaba haciendo bien, y que las caras que le ponía su jefe y las formas de hablarle, podían tener que ver con una situación propia de esta persona y no con él ni con una desaprobación a su desempeño.
3) Tomó una decisión y emprendió la acción de escribir un mail a su jefe sobre el tema que le había solicitado a modo de informe enviándole el estado de situación, las novedades del proyecto y le preguntó si estaba por buen camino y si era necesario priorizar algo de los puntos dado que quería ayudar mejor al proyecto y alivianarlo de tareas.
Esta simple acción de escribir un email, y mientras lo hacía, se iba dando de que esos pensamientos de que “no estaba haciendo bien las cosas” eran infundados. En ese mail además, le dejó saber a su jefe que él estaba a disposición de lo necesario para resolver cualquier problema que se presentase.
Su jefe le respondió que le agradecía su excelente predisposición y le pedía disculpas si en ciertos momentos se mostrara nervioso o preocupado; le confesó que estaba pasando un momento personal familiar muy difícil y que a veces eso repercutía en su estado de ánimo y en cómo se dirigía a sus subordinados, pero que estaba muy conforme con su desempeño y que aprovechaba para agradecerle la excelencia que le ponía a su tarea día a día. ¡Imagínate lo contento que estaba Gustavo al leer esto!
¿Qué hubiera pasado si Gustavo no seguía estos pasos?
Seguramente hubiera estado todo el día (o una semana, o todo el mes, o…) mal anímicamente pensando que “había algo mal en él”, lo que hubiera repercutido en una baja productividad, lo que le hubiera ocasionado un llamado de atención de su jefe, lo que le hubiera repercutido en el estado de ánimo negativo que llevaba a su casa con su familia al volver de trabajar, lo que… etc., etc..
¿Te das cuenta lo peligroso que puede tornarse el no hacerse cargo de uno mismo y de esas emociones no deseadas?
Lo importante que hizo Gustavo aquí es el haberse “salido” en corto tiempo de ese estado de ánimo que no le ayudaba.
Habiendo aceptado sin resistencias lo ocurrido y la emoción que le provocó y habiéndose hecho cargo de sus pensamientos, pudo trabajar en ellos y emprender una solución para recuperar su equilibrio reforzando al mismo tiempo su autoestima.
Un llamado telefónico, escribir un email o una carta, invitar a otro a conversar sobre una situación, pedir algo, ofrecer algo, investigar en Internet, buscar información, trabajar con tus pensamientos, etc. etc., pueden ser acciones que te ayuden a restaurar la “transparencia” que ha sido “cortada” por ese quiebre inesperado.
Buscamos tomar decisiones y emprender acciones desde la aceptación, el respeto, buscando acuerdos ganar-ganar (que ganes tú pero también quieres que gane el otro), no queriendo discutir ni pelear, no buscando culpables ni sintiéndote culpable, sino haciéndote responsable.
Recuerda que no puedes evitar “caer” en estos estados emocionales desagradables, pero sí puedes elegir cuánto tiempo quedarte en ellos, haciéndote cargo del momento, de tus emociones y de tu participación; haciendo “tuyo” el problema para encontrar la solución y salir beneficiado con un gran aprendizaje.
El caso de Gustavo es un simple ejemplo, no lo tomes como la regla. Sirvió simplemente para explicarte cómo puedes aplicar estas estrategias.
Aplícalas tú en tu vida si estás viviendo un quiebre inesperado y desagradable…
- Acepta la situación y el estado de ánimo que no te hace sentir bien sin resistencias.
- Elige salirte de ese estado de ánimo bloqueador (captura tus pensamientos y desafía sus supuestos, encuentra lo verídico).
- Toma una decisión y emprende una acción que restituya tu equilibrio.