Uno escucha que la gente dice una y otra vez: “Si Dios existe y hay efectivamente un orden divino, ¿cómo puede ser que sucedan tantas cosas terribles en la Tierra?” Todos ustedes saben, todos han aprendido, que los seres humanos forjan sus propios destinos. Que tengas que llevar cargas tan pesadas es el resultado de infringir leyes espirituales, a menudo inconscientemente. Sin embargo, esto no te explicará suficientemente sucesos tales como guerras en las que, por la decisión de unos pocos, muchos que parecen inocentes tienen que sufrir un destino pesado. A esto respondo: En primer lugar, aun en desastres masivos o grupales, un individuo nunca necesitará experimentar algo que no encaje en su propio destino. Segundo, excepto aquellos poquísimos que ya han alcanzado un estado más elevado de purificación, toda persona está compartiendo también la responsabilidad por las guerras y otros desastres masivos. No se debe hacer responsables de las guerras solamente a los políticos o a aquellos pocos que visible y públicamente dan forma a la historia del mundo, sino también a cada una de las personas que con pensamientos y emociones impuros contamina la “reserva” cósmica; y esto, un día, debe tener su efecto. Cada pensamiento de odio, de separación, de egoísmo, de injusticia, de discriminación, de querer más para uno mismo que para su prójimo, en suma, cada pensamiento que infringe las leyes de Dios, es un ladrillo en esa enorme estructura espiritual - la guerra - la cual debe formarse primero en el espíritu antes de que pueda manifestar destrucción en el plano material. Si tan solo una pequeña parte de la humanidad sembrase las semillas de la paz, las guerras no existirían, a pesar de unos pocos políticos inescrupulosos. La mayoría de la gente, incluyéndolos a ustedes, mis amigos, alberga pensamientos de ansiedad, y si no pensamientos de odio, sí de desconfianza y separación, tales como los que existen entre un grupo y otro - y todo esto viola la ley de la hermandad. Cada pensamiento de este tipo, cada emoción, es una contribución significativa para el estallido de la guerra. Esto no se aplica sólo a pensamientos y sentimientos, o a reacciones individuales a las cuestiones y opiniones políticas generales. Aun cuando la gente esté libre de reacciones falsas en lo que concierne a la sociedad en general, pero reaccione en su vida privada de modos negativos erróneos, esta energía contribuirá a precipitar una guerra u otra catástrofe masiva. Sólo cuando te purifiques a ti mismo desde adentro, limpies tus emociones y pensamientos y cumplas así de la mejor manera tu destino allí donde seas puesto, también podrás volverte un portador de paz. Indirectamente, viviendo espiritualmente, la gente puede hacer más a favor o en contra de la guerra que los políticos o los hombres de estado.
Cuestiónate honestamente, ahonda en ello y examínate cuando emites - tal vez hasta ahora inconscientemente - un “veneno” así que es cómplice de los poderes que promueven la guerra.
Mira alguno de tus semejantes con quien puedas tener dificultades. Puede ser que te hayan herido y que no lo puedas superar o entender. Aun así, trata de mirar el asunto desde otro punto de vista. Trata de ver que tal vez la otra persona reaccionó ante ti sólo a partir de la ceguera, la ignorancia y una gran inseguridad interior, intentando erróneamente protegerse. Considera cuán a menudo tú mismo habrás tenido una reacción similar y podrás haber herido a un semejante, no porque lo desearas sino porque en tu inseguridad ciega pensaste que éste era el mejor modo de protegerte. En la medida en tú mismo hagas esto, inevitablemente te lo harán los demás, aunque no siempre a través de la misma persona.
En la medida en que reconozcas y entiendas este estado de cosas, reconocerás por lo que es la conducta del otro que hasta ahora era inexplicable, exactamente del modo en que he explicado aquí. Con este entendimiento la herida te dejará y entonces, el entendimiento de la otra parte crecerá de manera constante porque tú mismo lo has experimentado y se ha vuelto parte de tu conciencia. Del entendimiento viene la empatía, y ése es el camino del amor. Con él construyes tu felicidad, ganas conocimiento y sabiduría, cumples con tu vida y contribuyes así con la causa de la paz. Completen esta pequeña tarea, tómenlo seriamente, no superficialmente, y entonces sentirán una gran liberación. Se liberarán de una carga.
Entonces, trata de no centrarte siempre en ti mismo y en tu dolor. Trata de ver al otro. Olvídate de ti mismo por el momento, intenta entender al otro en el sentido que expliqué antes. Ve su dolor, no el tuyo, ve su inseguridad, no la tuya. Y pide a Dios que te dé la luz de la verdad y el conocimiento para mirar la situación completa tal como es en realidad y no del modo en que estás tratando de presentarla desde tu punto de vista. Puedo prometerles, que si desean verdaderamente entender la necesidad y la soledad de los demás, entonces no experimentarán como dolorosos los actos erróneos de éstos. Puedes liberarte de tus sufrimientos concentrándote en el “tú” en lugar de en el “yo” y pidiendo a Dios que te dé la completa visión de la verdad. Si este deseo está genuinamente presente, será cumplido. Pero sabemos perfectamente bien que uno debe decidirse a estar verdaderamente motivado por un deseo genuino.
Considera esto como una ocasión para ponerte a prueba a ti mismo.
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