RUMI
parece estar danzando;
aquéllos con ojos comunes
sólo los verán fijos e inmóviles.
27 oct 2011
La Cultura del Honor
Los patrones culturales de las sociedades Mediterráneas y de América del Sur han sido denominadas culturas del Honor, por la gran importancia que dan a las estructuras sociales tradicionales y el peso que tiene la opinión pública como estamento social. En estas culturas los hombres son los encargados de cuidar de la familia, y proteger a las mujeres de conductas deshonrosas, normalmente asociadas con conductas sexuales. La defensa de las mujeres de la familia llega a anularlas o incluso a humillarlas tratándolas como una propiedad más de la familia. El uso de la violencia es normal, en forma de amenaza o de agresión si no se culpen las normas que preservan la reputación de la familia (Pitt-Rivers Peristiany, 1993).
En el fenómeno de la cultura del honor, que se dio primero en las regiones de la Europa Mediterránea y después en Sudamérica, se pueden considerar tres puntos de inflexión a través del tiempo:
· Los primero rasgos de una protocultura del honor los encontramos en los antiguos pueblos que basaban su economía en la cría de ganado y el pastoreo. La inseguridad de estas familias trashumantes que recorrían la zona de los Balcanes, Grecia o zonas aisladas del Sur de Europa, las predispuso al uso de la violencia por la vulnerabilidad que sufrían (como el robo de sus animales). Tenían una actitud vigilante ante cualquier posible amenaza y aprendieron rápidamente que la mejor manera de ahuyentar a los delincuentes era responder con un grado de violencia extrema, lo cual protegía a su ganado y le hacía mantener una reputación que persuadía a otros posibles ladrones.
· En el caso de España, tuvo una gran importancia la estructuración del Ejército en el Medievo. La institución militar generó una clase noble (surgida de la reconquista) que promovía valores como el honor y la reputación. Dicho honor fue el causante de muchos problemas materiales y económicos entre la aristocrática española, al no relacionarse con las actividades comerciales e industriales, a las que consideraban poco dignas para la gente honorable (Nisbett, 1993; Caro Baroja, 1993)
· Un tercer punto importante es la histórica debilidad de las instituciones en la Europa Mediterránea y América. Las demarcaciones fronterizas entre muchos países americanos y europeos eran ambiguas y cambiantes, siendo complicado para los ciudadanos identificarse con una realidad nacional propia, lo que dificultaba a su vez la implantación un sistema legal eficiente. La tendencia de muchos pueblos alejados de las grandes urbes a guiarse bajo sus propias leyes y autoprotegerse (Cohen, 1998; Pitt-Rivers & Peristiany, 1993).
Estos tres puntos, la cultura trashumante, los ideales militares de la aristocracia española medieval y la debilidad de los Estados, dieron origen a la cultura del honor.
Valores como el orgullo, la preocupación por la opinión pública (el qué dirán) y la violencia como respuesta a las provocaciones (en especial si dañan el buen nombre de la familia o del grupo) y con el fin de proteger y cuidar a los suyos.
La cultura del honor es una consecuencia de las presiones socioeconómicas, pero también de los valores culturales y creencias cristalizadas en un estilo de vida que ha perdurado más allá de las situaciones originarias y a pesar de la evolución social. A pesar de las fuertes críticas dirigidas hacia el honor y el síndrome de la vergüenza (Llobera, 1987; Pina-Cabral, 1989; Gilmore, 1990), los estudios recientes apoyan la idea de que los valores relacionados con el honor persisten en España y en otros países del Sur de Europa. Los españoles también proporcionan más atributos prototípicos de la cultura del honor (emociones basadas en el orgullo) y buscan el reconocimiento público y los otros valores relacionados con este tipo de emociones. Esta cultura emocional que se da en España, marca la diferencia entre los países con alta y baja aceptación de la cultura del honor, como por ejemplo Holanda (Fischer, & de Manstead; Rodríguez, 1999).
Los datos recogidos por Nisbett et al. (Ross & Nisbett, 1991) confirman que la cultura del honor también persiste en el actual Sur de los Estados Unidos. Debido probablemente a un pasado de esclavitud, pobreza y a la importación de una estructura social al estilo de la vieja y aristócrata Europa, que origino el surgimiento de una cultura del honor en el siglo XIX. La enculturación a través de las estructuras sociales como la familia y las instituciones afines, perpetuaron los valores tradicionales como el honor, orgullo y la violencia. En la actualidad aunque las condiciones socioeconómicas han cambiado y existe una estabilidad social basada en un sistema legal. Sin embargo esta cultura ancestral perdura, y se pueden encontrar los mismos valores que hace doscientos años, dentro de las estructuras sociales como la familia, la religión o las instituciones sociales.
Diversas pruebas ponen en evidencia la existencia de esta cultura en la contemporánea sociedad sureña de los Estados Unidos. Por una parte el comportamiento colectivo muestra la tasa más alta de homicidios iniciados a causa de discusiones, del país. En relación con las actitudes y normas, se ha comprobado estadísticamente y de manera experimental que comparativamente con el resto de los Estados, los habitantes del Sur de los Estados Unidos, tienen más facilidad para respaldar con violencia e insultos, los comportamientos de protección y defensa de su familia.
Tienen las normas institucionales y las leyes son más clementes con las conductas de autodefensa, una regulación más laxa con el control de armas. Además, unos Medios de Comunicación, con canales de televisión que ofrecen una mayor carga violenta en sus programas, y la prensa escrita que trata sobre temas relacionados con la violencia (armas, homicidios, etc.) tiene el mayor número de suscriptores en el Sur de los Estados Unidos. Esto sin duda fortalece la idea de que los Estados del Sur son más propensos al uso de la violencia (Cohen, 1998; Nisbett, 1993).
Los mecanismos que se están utilizando para acabar con la violencia asociada al síndrome de honor son, por un lado, el endurecimiento de las leyes para controlar las peleas y controlar el acceso de la población a las armas de fuego. Por otro, un plan estratégico que favorezca el desarrollo industrial y económico. Y por ultimo una política social que incida en valores que no estén relacionados con la cultura del honor (Cohen, 1998).
http://www.javiermiravalles.es/Cultura%20del%20Honor/La%20Cultura%20del%20Honor.html
El tiempo, un mundo de diferencias por ROBERT LEVINE
En las sociedades que se guían por el tiempo del reloj, la puntualidad es un valor social; en otras, en cambio, predomina el tiempo de los acontecimientos.
En lo que podría considerarse la más impresionante de las piruetas intelectuales, la economía moderna ha reducido el tiempo –el más oscuro y amorfo de los intangibles– a la más objetiva de las cantidades: el dinero. Vivimos en un mundo en el que los trabajadores cobran por hora, los abogados fijan sus honorarios según cuánto vale un minuto de su trabajo, y la pauta publicitaria se establece por segundo (86.667 dólares por segundo para el Super Bowl de 2007). Poniendo el tiempo y los objetos en una misma escala de valores es posible determinar a cuántas horas de trabajo equivale el precio de la computadora en la que estoy escribiendo este artículo.
¿Es así, realmente? Como científico social, he dedicado gran parte de los últimos treinta años al estudio de la concepción, el empleo y la medición del tiempo en distintas partes del mundo. Y si algo he aprendido de mis investigaciones, es que las agujas del reloj encierran solo una faceta de la experiencia humana del tiempo. Existen grandes diferencias culturales en los conceptos de tarde y temprano, de la espera y el apuro, o del pasado, el presente y el futuro. Sin diccionario que le ayude a descifrar las reglas culturales, el extranjero desprevenido puede tropezar con ciertos obstáculos temporales, producto de la confusión.
En un estudio muy revelador, los sociólogos James Spradley y Mark Phillips entrevistaron a un grupo de voluntarios del Cuerpo de Paz de Estados Unidos, pidiéndoles que clasificaran treinta y tres ítems según el grado de adaptación cultural que hubieran requerido de su parte durante sus misiones en destinos extranjeros. La lista incluía una gran variedad de aspectos con los que todo viajero obsesivo estará familiarizado. Por ejemplo: “el tipo de comida”, “la higiene personal de los habitantes del lugar”, “el porcentaje poblacional de personas de mi mismo grupo étnico” y “el estándar de vida”. No obstante, además del dominio de una lengua extranjera, las dos dificultades más mencionadas por los voluntarios tenían que ver con el tiempo social: “el ritmo de la vida” y uno de sus componentes más importantes, la puntualidad.
Yo viví este tipo de choque cultural en carne propia cuando, en el comienzo de mi carrera, estuve un año trabajando como profesor extranjero en una universidad de Niteroi, una ciudad mediana de Brasil que se encuentra enfrente de Río de Janeiro, cruzando la bahía. Había previsto dificultades en terrenos como la lengua, la privacidad y la limpieza, pero éstas resultaron ser mínimas en comparación con los dolores de cabeza que me trajeron las ideas de los brasileños acerca del tiempo y la puntualidad.
Comencé a dar clases justo después de llegar a la ciudad. El primer día, camino a la universidad, pregunté la hora. Eran las nueve y cinco, de modo que me sobraba tiempo para llegar tranquilo, ya que la clase era a las diez. Transcurrida una media hora, según mis cálculos, me fijé en un reloj de la calle: las diez y veinte, decía. Entré en pánico y empecé a correr en busca del aula, mientras recibía saludos del estilo de “alô, professor”, “tudo bem, professor?” de parte de estudiantes que no parecían tener el menor apuro, muchos de los cuales estaban en mi curso, según me enteré más tarde. Llegué sin aliento y me encontré con el aula vacía.
Nervioso, le pregunté la hora a alguien que pasaba por ahí. “Las diez menos cuarto”, me dijo. No podía ser. Le pregunté a otra persona. “Las diez menos cinco”, me contestó. El reloj de una oficina que estaba por allí marcaba las tres y cuarto. Acababa de aprender las dos primeras lecciones: 1. Los relojes brasileños eran terriblemente imprecisos; 2. A nadie parecía importarle demasiado, salvo a mí.
Mi clase duraba desde las diez hasta las doce. Muchos alumnos llegaron tarde. Varios aparecieron después de las diez y media y algunos cerca de las once. Incluso hubo dos que llegaron más tarde todavía. Todos los que iban llegando mostraban unas sonrisas muy relajadas que, con el tiempo, aprendí a disfrutar. Todos me saludaban y, pese a que uno o dos esbozaron unas breves disculpas, ninguno parecía estar demasiado preocupado por haber llegado tarde. Daban por sentado que yo entendería la situación.
En realidad, no me sorprendió que los alumnos brasileños llegaran tarde. Ya conocía el estereotipo del amanhã: si algo puede dejarse para mañana, ¿por qué hacerlo hoy? Lo que sí fue una sorpresa fue lo que sucedió al final de la primera clase, al mediodía.
En California, jamás tenía que mirar un reloj para saber cuándo estaba por terminar la clase. El movimiento de libros y carpetas que indica la finalización de las tareas del día va acompañado de expresiones de hartazgo que parecen estar diciendo: “tengo hambre”, “tengo que ir al baño” o, en sus versiones más extremas, “lo voy a matar si nos retiene aquí un segundo más”.
En cambio, durante mi primera clase en Brasil, cuando llegó el mediodía, solo unos pocos estudiantes se levantaron y se fueron enseguida. Otros se fueron yendo sin prisa durante los quince minutos siguientes, mientras algunos seguían haciéndome consultas. Cuando los últimos alumnos que quedaban en el aula se levantaron y se fueron, a las doce y media, era yo el que tenía hambre, tenía ganas de ir al baño y los quería matar.
Durante el año en que viví en Brasil, mi ritmo siempre era diferente del de los dueños de casa. Finalmente, me di cuenta de que el motivo de mi torpeza temporal era que los brasileños cultivaban una relación con el tiempo que poco tenía que ver con la que yo conocía. Yo vivía de acuerdo con el tiempo del reloj. Ellos, según el tiempo de los acontecimientos.
Si nos guiamos por el tiempo del reloj, la hora que marca este instrumento rige el comienzo y el final de nuestras actividades. Cuando lo que predomina es el tiempo de los acontecimientos, son las actividades las que determinan los horarios. Las situaciones empiezan y terminan cuando los participantes “sienten”, de común acuerdo, que el momento es el adecuado. En su libro Temporal man, el sociólogo Robert Lauer llega a la conclusión de que la diferencia fundamental en la medición del tiempo a lo largo de la historia es la que se da entre quienes se rigen por el reloj y quienes prefieren los acontecimientos sociales como guía.
Los antropólogos han descrito muchos ejemplos de culturas contemporáneas que miden el tiempo según el desarrollo de los acontecimientos. En algunas regiones de Madagascar, preguntar cuánto dura algo invita respuestas tales como “El tiempo que tarda el arroz en cocinarse” (una media hora) o “Lo que se tarda en freír una langosta” (unos segundos). Los pueblos nativos de la zona del río Cross, en Nigeria, dicen cosas como ésta: “El hombre murió en menos de lo que tarda el maíz en asarse por completo” (es decir, menos de quince minutos). Y para dar ejemplos de nuestra propia cultura, podemos mencionar que, hasta no hace muchos años, el New English Dictionary incluía una entrada para pissing while (el momento que se tarda en orinar), una medida de tiempo bastante transparente, que se traduce fácilmente de una cultura a otra.
En muchos países abrazan el tiempo de los acontecimientos como filosofía de vida. En México oí un proverbio que condensa esa filosofía: “darle tiempo al tiempo”.
Al otro lado del océano, en África, gustan de decir “hasta el tiempo lleva su tiempo”, y en Indonesia tienen una medida de tiempo denominada jam karet (tiempo de goma). Uno de los pilares de la cultura de Trinidad es que “cualquier tiempo es el tiempo de Trinidad”, mientras que en Brunei, la pregunta que la mayoría de la gente se hace al levantarse es “¿Qué irá a pasar hoy?”.
Hasta los más fanáticos del tiempo del reloj se guían a veces por el tiempo de los acontecimientos. Los estadounidenses, claros exponentes de este grupo, suelen llegar a una fiesta con mucha más puntualidad que los brasileños. (En uno de nuestros estudios, los brasileños encuestados afirmaron que, normalmente, llegaban más de media hora tarde al cumpleaños de un familiar, mientras que los estadounidenses que participaron del estudio dijeron que no se retrasaban más de tres minutos.) Sin embargo, una vez en la fiesta, ni el invitado estadounidense más obsesivo cronometra las conversaciones que mantiene. A nadie se le ocurriría decir “te agendo para charlar de 7:18 a 7:31”, por ejemplo. ¿Cuándo empieza o termina una conversación? Por un acuerdo tácito entre los interlocutores, cuando llega “el momento apropiado”; es decir, “sucede y punto”. Eso es guiarse por el tiempo de los acontecimientos.
Hay una tercera forma de medir el tiempo, cuando se hace prácticamente imposible recurrir a inventos mecánicos: la naturaleza. En muchas culturas, los hechos más importantes de la vida –la siembra y la cosecha, el pastoreo de los animales y su regreso al corral– siguen rigiéndose por el reloj natural. Un ex alumno, Salvatore Niyonzima, cuenta un ejemplo interesante de su tierra natal, Burundi. La vida allí, como en casi toda África Central, se rige por las estaciones. Más del ochenta por ciento de la población vive de las tareas agrícolas y, en consecuencia, “todavía dependen de los ciclos de la naturaleza” para medir el tiempo, explica Niyonzima. “Cuando empieza la estación seca, es tiempo de la cosecha. Cuando vuelve la estación de las lluvias, es momento de volver al campo y sembrar. Y así es como avanza la vida.”
Los horarios de citas, turnos o entrevistas también responden a los ciclos de la naturaleza en Burundi. “Las citas no se hacen de acuerdo con una hora del día. Las personas que se crían en zonas rurales y no reciben demasiada educación formal arreglan sus encuentros con enunciados como: ‘muy bien, nos vemos mañana por la mañana, cuando las vacas salen a pastorear’.” Para encontrarse al mediodía, “acuerdan una cita para el momento ‘cuando las vacas bajan a tomar agua al arroyo’, que es el lugar al que van al promediar el día”.
Especificar horarios para una cita nocturna, explica Niyonzima, “puede llegar a ser bastante complicado. Yo nunca diría una hora concreta, como las ocho o las nueve. Cuando los lugareños quieren mencionar las distintas horas de la noche, hacen referencia a aspectos vinculados con el sueño. Dicen que algo ocurrió ‘cuando no quedaba nadie despierto’ o, para ser un poco más específicos, ‘cuando la gente se adentraba en el primer período del sueño’. Para hablar de horas más avanzadas, podrían explicar que algo sucedió cuando ‘ya casi era de día’ o ‘cuando cantó el gallo’, o bien ‘cuando el gallo cantó por primera vez’ o por segunda vez. Y luego ya vuelven a las vacas”.
La forma en que las personas conciben, emplean y miden el tiempo es un valor cultural fundamental y, por definición, todos los valores culturales son arbitrarios. Si bien es cierto que ninguna forma de medir el tiempo es inalterable, los hábitos construidos a partir de ellas con frecuencia son difíciles de modificar.
Seguramente, el presidente peruano Alan García estaría de acuerdo con las afirmaciones del párrafo anterior. En Perú, llegar tarde es un hábito tan arraigado que hasta tiene nombre: “hora peruana”. Para muchos peruanos, la frase simboliza la relación informal con el tiempo a la que son tan afectos. Sin embargo, por ese hábito se paga un precio muy alto: la falta de puntualidad le cuesta al país unos cinco mil millones de dólares al año. En marzo del año pasado, el presidente García declaró que estaba harto de “esta costumbre desagradable, negativa y perjudicial”. En una ceremonia televisada para todo el país, lanzó una campaña denominada “La hora sin demora”, en la que se insta a los comercios, las dependencias del gobierno y las escuelas a no tolerar la impuntualidad.
“La hora sin demora” tuvo un impacto considerable. Casi un año después de lanzada la campaña, todavía se ven los afiches en los hospitales y las oficinas públicas. Y en los noticiarios de la mañana, los relojes de los canales presentan diferencias de menos de medio minuto, mientras que antes de la campaña podían llegar a ser de varios minutos.
Sin embargo, al gobierno se le hará cuesta arriba convencer a veintisiete millones de peruanos de que deben abandonar el hábito de la hora peruana. De hecho, no fue un buen comienzo que Associated Press recibiera la invitación para la ceremonia de lanzamiento de la campaña, que tendría lugar a las once de la mañana, a la una y media de la tarde del mismo día, es decir, mucho después de terminado el acto. Hace poco, El Comercio, uno de los principales diarios del país, publicó un fotorreportaje de una página mostrando los avances que se habían hecho hasta el momento. La conclusión rezaba: “será un proceso largo”.
Tienen razón. Nuestra concepción del tiempo refleja los valores culturales más personales. Después de todo, la forma en que experimentamos el fluir temporal es ni más ni menos que la forma en que vivimos la vida. Me interesa muchísimo ver cómo termina esta campaña; pedirle a un pueblo entero que cambie el tiempo de los acontecimientos por el tiempo del reloj es un proyecto muy, pero muy ambicioso.
En un estudio realizado en 2006, los editores del Oxford English Dictionary comprobaron que time (tiempo) es el sustantivo más usado de la lengua inglesa. Sin embargo, el significado de esa palabra para cada pueblo es mucho más complejo que la frecuencia de uso. Como afirma Jeremy Rifkin en su libro Las guerras del tiempo, “cada cultura tiene un conjunto único de huellas digitales temporales. Conocer a un pueblo es saber cuáles son los valores temporales que rigen la vida de sus integrantes”. •
Traducción Julieta Barba
El tiempo, un mundo de diferencias
por ROBERT LEVINE profesor de Psicología en la Universidad del Estado de California (Fresno)
Revista TODAVÍA Nº 18 / abril de 2008
© Copyright, todos los derechos reservados. Registro de la Propiedad Intelectual 539125. ISSN 1666-5872
26 oct 2011
25 oct 2011
Self-Pity or Self-Compassion
Why waste any energy on changing what you cannot change - others and outcomes. Better to spend your energy changing what you can change, which is you - your intent. Your experience of others and outcomes will change when you become who you came here to become - a loving, giving, peaceful, joyful and creative human being.
By Dr. Margaret Paul
Do you understand the difference between self-pity and self-compassion?
There is a vast difference between feeling sorry for yourself and feeling kindness toward yourself.
Self-Pity
When you see yourself as a victim, you indulge in self-pity. You are a bottomless pit of misery, and you may find yourself crying endless victim tears. You might say things like:
- Why do bad things always happen to me?
- I'm a loser and I'll always be a loser.
- It's not fair.
- God is here for everyone but me.
- I'm just not one of the lucky ones.
- Everything is my fault. I'm not good enough.
Self-pity might serve two purposes:
- It gets you of the hook from having to take responsibility for yourself. If you see yourself as a loser or unlucky or not good enough, then you don't have to take loving action in your own behalf.
- The hope of self-pity may be to make someone else feely guilty enough to take responsibility for you. Self-pity is a form of control - to avoid making mistakes, and possibly failing, by getting someone else to feel sorry enough for you, or guilty enough, to take care of you.
Is self-pity working for you? Even if you do get someone to do for you what you need to be doing for yourself, is it making you feel joyful and secure? The price you pay for not taking responsibility for yourself might be huge.
When you are indulging in self-pity, you may be trying to get someone else to give you the compassion that you need to be giving to yourself. While compassion from others always feels great, if you are stuck in self-judgment and self-pity, it will have no lasting positive effect.
For many years of my life, I was a victim, always trying to get someone else to give me the compassion that I had not received as a child. Most of the time, people resisted giving me what I wanted, as they didn't want to feel controlled by me, and they couldn't feel much compassion toward me when I was abandoning myself.
It was a huge shift in my life when I realized that I could give myself the compassion that I kept trying to get from others.
Self-Compassion
While the energy of self-pity has a very low frequency, and feeds on itself to take you lower and lower, the energy of self-compassion is powerful and uplifting.
Self-pity comes from the false beliefs of the ego wounded self, while the energy of self-compassion comes through you from your spiritual connection.
When you feel sorry for yourself, your heart is closed to the love and wisdom that is within you and all around you; when you choose to be kind to yourself and gentle with yourself, your heart opens to the love, wisdom and power of Spirit.
Self-pity comes from the intent to avoid/control, while self-compassion comes from the intent to be loving to yourself.
When you choose to be compassionate toward yourself, you might say to your inner child - the feeling part of you - things like:
- I know this is very hard, and I'm here for you. You are not alone.
- The challenges of life can be very painful. I'm so sorry you have to go through this. I love you and we will be okay.
- This painful situation has nothing to do with you being bad or not good enough. Everyone has painful challenges in life. You are not being punished.
- It's okay to cry whenever you need to. We will reach out for comfort when we need it.
There is a vast difference between reaching out for comfort, and trying to manipulate someone into feeling sorry for you and taking care of you. When you are feeling sorry for yourself, you have abandoned yourself, while when you are compassionate toward yourself, you are taking responsibility for yourself. Sometimes, this involves asking others for help. We can't always do it alone, but asking for help is very different than asking someone to do it for you.
For me, the paradox is that, once I learned how to connect with my personal source of spiritual Guidance and give myself the compassion I needed, I started to also receive compassion from others. This compassion from others is mostly the icing on the cake, rather than the cake itself.
The ONe-Moment Meditation
In One-Moment Meditation: Stillness for People on the Go, Martin Boroson distils the philosophy of time into a simple form of meditation that you can do anywhere, anytime. It begins with an exercise that takes just one minute per day. With practice, this takes less and less time, until it takes no time at all. Then each and every moment gives you a chance to reduce stress, refresh your mind, and open yourself to new possibilities.
18 oct 2011
Winning by Giving
Winning by Giving Succeeding Through Kindness | ||||
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When we're at work, we can spend a lot of energy trying to get help from those around us. However, how much time do we spend helping others in return? Having a strong social support network at work raises morale, productivity, and overall success. If we truly want to succeed, however, each of us must spend time "giving ourselves" to those in our network. Only then will we experience the true benefits that giving brings, and start to see the success we've dreamed of. Benefits of Giving Giving makes us happy. The happier we are, the more energy we have, the better we think, and the more friendships we develop. Giving not only feels good, but research shows that it lowers your chance of depression, strengthens your heart, lowers stress, and can literally add years to your life. Professionally, giving also offers several benefits. One study found that fostering positive social support at work raises productivity. Another study found that those who give at work ("work altruists"), are far more engaged with what they do and are more often promoted, compared with colleagues who stay isolated while doing their job. (Click here to find out more about these studies.) However, you probably don't need research to tell you that giving makes you feel good! Just think back to the last time you helped a colleague who was stuck with a problem, or took your assistant out to lunch. Giving boosts our energy in a way that nothing else can. We feel connected and engaged when we help others, because it reminds us of what it means to be human, at its best. All this, in turn, comes back to us in ways we could never expect or predict. Giving creates a network of trust, goodwill, and good energy at work that can pay off many times over in the future. Giving and kindness also have an important ripple effect, which is why one generous person can transform a team or an organization. The person you give to feels great about the help they received. This can create a desire in them to "pay back" that kindness to someone else. Much like ripples in a pond, one act of kindness can impact dozens, or even hundreds, of lives. How to Give More The good news about giving is that you don't need to invest huge chunks of your time to do it. Often, the smallest acts of kindness and consideration can have a big impact on those around us. So, how can we give at work? 1. Just Listen A great way of giving is simply to listen to others. When you do this, listen without contributing your opinion, and without trying to "top their story." Use Active Listening skills, so that you can fully grasp what they're telling you, and respond with empathy and understanding. 2. Offer Specific Help How many times have you heard a colleague say, "Let me know if you need any help!" but had the distinct feeling they didn't really mean it? Vague offers of help can come across as half-hearted or insincere. Offering help in a specific way shows that you mean it. For instance, your colleagues may be complaining about their workload. So, offer specific help: volunteer to collect their lunch for them, so that they can continue working, or give them a hand with a task if your own workload allows. When you offer specific assistance, you let others know that you're truly willing to help. 3. Show Gratitude If you're in a leadership position, how often do you give praise to your team? How often do you say "thank you" to your assistant for the good work he or she does every day? Showing gratitude to those around us, whether above or below us in the hierarchy, is a simple but powerful way to give. So, find ways to say "thank you" to your team and colleagues. You might be surprised at the difference that this makes to your relationships! 4. Become a Mentor When you mentor others, you can share a lifetime's worth of knowledge and skill in order to help them succeed. This unselfish act not only benefits the professionals you work with; it can change your own life in many ways. It probably goes without saying that your organization will benefit when strong mentoring relationships are formed within it. Start mentoring in the workplace now, and experience the satisfaction that comes with helping others to succeed. 5. Share Resources If your team or department has ample resources or supplies, why not offer to share them with another team or department, particularly if it is not as well funded as yours? This could include sharing resources such as physical supplies, but also knowledge, technology, and team member expertise as well. (This won't be viable in some situations. Use your own best judgment here, and make sure that you're doing your own job properly as well!) 6. Offer a Hand to New Employees Can you remember what it was like on your very first day at the organization? You didn't know anyone, and you probably felt overwhelmed by all of your tasks and responsibilities. When a new employee joins your organization or team, spend time with her during her first few weeks and help her have a successful induction. Offer to help her get used to her new role, and take her around to meet everyone that she'll be working with. Share your knowledge about the organization's culture and values. This can make a challenging transition smoother and less stressful. 7. Practice "Random Acts of Kindness" Random acts of kindness can transform both you and the person you help. When you are kind to someone anonymously, you give for the simple, ego-less pleasure of giving, and that's it. So, practice random acts of kindness when you're at work. What can you do? Leave a cup of gourmet coffee on your colleague's desk when he or she is having a bad day. Send an anonymous "thank you" letter to your organization's cleaning staff. Bring some healthy snacks or homemade cookies to work, and leave them anonymously in the break room, with a note letting others know that they're for everyone. There are endless ways that you can make a positive impact on someone else's day. Just use your imagination! 8. Find Your Purpose Every job has a purpose. It's easy, especially when we're busy and stressed, to forget how our role helps others. But, no matter what we do or where we do it, ultimately our work should benefit someone else. Take time to find your purpose at work. Once you dig down to find the ultimate meaning of what you do, you may be surprised by how much your work helps others.
Key Points Giving our time and energy to others not only feels good, but it's been proven to make us happier, more productive, and more engaged with our team and organization. Giving also offers positive physical benefits as well: it helps alleviate stress, helps lower our risk of illnesses like depression, and even helps us live longer! You can give back to others by doing any or all of the following:
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Perdonar y dejar ir
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Echo Bodine, echo@echobodine.com on 8/28/2011
On the web at www.echobodine.com
"Living by your inner voice is like walking through
life with your best friend in your pocket"
Echo Bodine
A Still Small Voice
17 oct 2011
Aprende a organizarte y sácale provecho a tu tiempo
“Nosotros somos avaros de todos los bienes menos del tiempo” – Caracciolo.
“Solo falta el tiempo a quien no sabe aprovecharlo” – Jovellanos
“Perded una hora por la mañana y estaréis todo el día buscándola” – Whateley
Tantas frases y tantos autores que nos hablan de la importancia del tiempo.
Y es que el tiempo es uno de los bienes más preciados que tienes y que debes aprovechar en la vida.
¿No sientes a veces que desperdicias el día en acciones de las cuales no tienes conciencia?
Así es. Muchas veces sentimos que el día se nos va en acciones que tienen poca o ninguna relación con lo que en verdad queremos para nuestra vida.
Es por ello que hoy quiero dejarte unas estrategias que te ayudaran a tomar conciencia del tiempo para que puedas establecer un orden y fijes prioridades en esas acciones que realizas durante el día y en la semana.
Estas son estrategias que aplico en mi propia vida y que me han permitido enfocar mis energías en lo que sí vale la pena y tiene sentido en pos de mis propósitos…
(1) Cambia tu conversación interna
El tiempo es un concepto o interpretación que tienes de cómo manejas y distribuyes las acciones que ejecutas día a día. Si dices “no tengo tiempo”, estás dando por sentado que “viviese” fuera de ti y que tú no tienes control sobre él.
Si en lugar de eso dices “me haré tiempo“, esto te coloca en posición protagonista que toma “la sartén de su vida por el mango” .
Interpretándolo de esta forma, tú tienes el control del tiempo y puedes manejarlo como quieras de manera que te lleve más fácil y velozmente hacia tus objetivos.
(2) Detecta que es lo más importante para ti
Haz un “refresh” de lo que quieres para tu vida. Si hasta hoy no te habías tomado el trabajo de detectar qué es lo que necesitas y qué te haría feliz en la vida, este puede ser el mejor momento.
Si ya lo habías hecho con anterioridad, ocurre que en la rutina del vivir muchas veces nos desconectamos de lo que es realmente importante, lo que constituye la brújula que debe guiarnos hacia lo que nos dicta nuestra alma.
Si no detectas que es lo MÁS IMPORTANTE para ti, es muy probable que el día a día se diluya en “pavadas” que lo único que generarán en ti son sentimientos de insatisfacción, vacío, frustración y desánimo.
(3) Analiza cómo se desarrolla tu semana actualmente
Enfócate en los días de la semana que ya pasaron y analízalos uno por uno.
Escribe cómo has distribuido (ya sea consciente o inconscientemente) el tiempo y las acciones, y determina el sentido de cada una de ellas (el sentido implica preguntarse: ¿para qué la hice?).
Puedes ayudarte escribiendo el análisis de cada día de la semana dentro de un cuadro.
(4) Toma una decisión y despliega el cambio
Contrasta el punto 3 con el punto 2 y determina los cambios que necesitas hacer de manera que la nueva disposición de tu tiempo y acciones esté en consonancia con lo que has reconocido en el paso 2.
Puede que en este punto tengas que pedir ayuda, apoyo u otros recursos que puedan apoyarte. ¡Pide ayuda!
Muchas personas no se animan a pedir por miedos de todo tipo. Supéralos y ¡pide! La mayoría de las personas estarán ávidas de ayudarte si te animas a pedir. Algunos ejemplos de cómo podrías pedir:
- “Necesito tu ayuda en esto… ¿por favor podrías…?”.
- “Quiero lograr X cosa, es por eso que tu apoyo será fundamental para que lo logre porque será también beneficioso para los dos (o las 2 partes). ¿Puedes ayudarme?”.
(5) Elige un día a la semana para planificar
Puedes escribir el plan semanal en un archivo Excel de tu computadora, pero si consigues un cuaderno anotador que puedas llevar contigo a todas partes es aún mejor. Te recomiendo, por ejemplo, el domingo para que puedas empezar a diseñar tu semana completamente enfocada.
Anota en forma de lista y sin muchos detalles todas las metas que quisieras cumplir durante el transcurso de la semana. Esto te permitirá tener un mapa mental de lo que esperas que ocurra durante la misma. Ten en cuenta que no debes ceñirte estrictamente a esta lista si no usarla a modo de guía.
Te recomiendo además, en la planilla de planificación semanal que manejes, escribir en algún lado de la misma con letras grandes, cuál es tu propósito más importante lo que nace del trabajo que habrás realizado siguiendo el paso 2 de estas estrategias.
(6) Actualízate diariamente
Al comienzo de cada día tomate sólo unos pocos minutos para revisar la lista semanal y lo que corresponde a ese día para evaluar cómo te sientes con respecto a esas metas que te has fijado.
Actualiza lo que haga falta y emprende el día animadamente con la mente y corazón puestos en las tareas elegidas. Esto te ayudará a sentir que avanzas. No olvides que todo gran logro se compone de muchas pequeñas metas y/o acciones que ejecutas hasta alcanzarlo.
(7) Obsérvate al final la semana
Tómate unos momentos para revisar cómo se ha desarrollado esa semana en tiempo y acciones.
- ¿Qué objetivos has cumplido y cuales no?
- ¿Qué fue lo que te frenó al momento de alcanzar las metas que te habías propuesto?
Dedica algunos momentos para idear métodos que te permitan sortear esos obstáculos en el futuro.
Aplicando estas estrategias te sentirás mucho mas motivado, ya que estarás tomando consciencia de lo que estás haciendo y para qué lo estas haciendo. Sentirás que avanzas al reconocer todas las acciones que realizas durante el día y te darás cuenta de lo que tienes que hacer para corregir las inconsistencias que surgen en tus planes.
No esperes mas, aplica ya mismo estos pasos durante un mes y luego me cuentas como te fue. Estoy ansiosa por oír tus resultados.
Sobre la autora:
Ana Cecilia Vera es La Primera Coach especializada en ReINgeniería de Vida, dirigida a emprendedores y profesionales con espíritu inquieto y de servicio en proceso de descubrir su verdadero potencial para dar lo mejor de sí al mundo mientras son excelentemente recompensados. Si estás listo para crear algo más grande para tu vida y comenzar a disfrutarla al máximo en abundancia, bienestar, amor y libertad, reclama tu Reporte GRATIS ahora en http://www.hacialoquequierasser.com
13 oct 2011
Newfield News Article: The Challenges of Transition
The Challenges of Transition
A Newfield News Article by Aboodi Shabi
We've just been through the 10-day period that marks the Jewish New Year (Rosh Hashanah), a time of reflection over the past year, culminating in Yom Kippur, the Day of Atonement. One of the stories read over Yom Kippur is that of Jonah who spent three days and nights in the belly of a whale (or "big fish").
As I look back over the last year, I have been reflecting especially on how, in the last 12 months, I have been to two places that, as a young man, I never thought I would visit, two places that have been through unimagined transformation, Berlin and South Africa.
I grew up with the facts of the Cold War and of Apartheid, and although I hoped both would change (and, indeed, did some campaigning against the Apartheid regime), I never expected either reality to change in my lifetime. And, yet, within a couple of years, the Berlin Wall came down and the Apartheid regime began to dissolve starting with the release from prison of Nelson Mandela.
I remember spending Rosh Hashanah in Berlin last year and stepping across the Brandenburg gate, crossing a line that 20 years ago would have been impossible to cross and which many East Berliners died trying to cross. Yet, here I was, freely able to go from East to West as easily as putting one foot in front of the other.
And, then, in August this year, I was in South Africa, teaching in Newfield's first ever South African program. The day before the program started, I went to the Apartheid Museum, a profoundly moving experience. One of the video installations included a performance of The Specials' song, “Free Nelson Mandela,” a song I remember buying nearly 30 years ago and which I used to play when I was a DJ at fund-raising discos for the ANC. Now I was at a museum with a whole building dedicated to Mandela, celebrating his role as the initiator of the new South Africa and architect of the transition from Apartheid to a non-racial society.
One of the other things, however, that struck me about being in South Africa was the security—to get into our hotel, we had to go through two guarded barriers. In all the residential areas we drove through, there were high walls, topped with barbed wire, and people spoke about having panic buttons by their beds, armed response units, etc. One of the things South Africa has to deal with now is a huge rise in crime and how to keep the country secure.
I even heard people saying that, even though they were very glad that Apartheid had come to an end, there were things about the "old days" that were better, and I heard both blacks and whites saying that. Similarly, Germany had to go through a lot of difficulties as it struggled with the question of reunification, despite being jubilant at the collapse of the Berlin Wall. And I've heard Russians talking about how things were better under the old Soviet system than they are today.
In his work on mythology, Joseph Campbell would talk about the hero's journey which would begin with a "call"—the realization that things could not go on any longer the way they were. I think this is true on an individual as well as on a collective level.
Sometimes we ignore that call, but often it eventually gets so loud that we can no longer avoid it, and we have to heed it and begin the journey. That journey of change is often a long and challenging adventure into the terrain of what is called “the belly of the whale.” In those times, we might look back at what we have left behind, however much we knew we had to leave it, with a sense of regret—maybe it wasn't so bad, maybe we could have stayed, made it work, or we might ask ourselves why we ever left.
Certainly this has been true in my own life. There have been a few times when I have just "known" that I couldn't go on with things the way they were. There have been a few times when I have left the security of a relationship or a job or simply upped sticks and moved to an entirely new town. And, after the initial decision to leave and the enthusiasm of starting anew, there have been many nights when I've lain awake wondering why I ever left, when I've worried that I might never land on my feet again.
Yet, if I look back on my life, I am filled with gratitude for the places I have been and where I have arrived to now, knowing that I couldn't have got there without that sense of the ordeal, without having passed through the belly of the whale— the long, dark night of the soul, if you will, where nothing made sense, and I would long for the familiarity of the old.
I am sure that I have yet more such ordeals ahead— more times when I will leave behind the security of something that I know to set out on another voyage of discovery, and I imagine looking back in 10 or 20 years, amazed at where I have been with, I hope, as much gratitude as I have now.
To return to where I started this piece, in 30 years or more we might look back at the journey South Africa has been through and be amazed and delighted at what that country has achieved, despite all of the hardship and confusion it had to go through to get there.
Aboodi will lead Newfield Europe's Foundations Programme and Coach Training Programme, beginning October 19 in Amsterdam, The Netherlands.
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Aboodi Shabi is Newfield Europe's Head of Coaching and Training, and he leads and teaches in workshops and seminars for coaches across Europe and North America. Aboodi also works with leaders and teams, presenting on leadership and presence across Europe. He is also an invited facilitator on mastery in coaching for various European coaching schools. Visit his blog at www.aboodishabi.com. |
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Why Is Fear So Scary?
The Art of Ontological Learning:
Why Is Fear So Scary?
A Newfield News Article by Dan Newby
Fear is without doubt one of the most common moods and emotions humans experience. It is by blind habit considered one of the “bad” emotions. Fear lives in the neighborhood of anxiety and worry and keeps company with anger, greed, and jealousy. It is rare to find anyone who embraces fear or sees it as a valuable emotion. But what is fear?
Fear always points to something in the future. Even if it is fear of something that could happen in the next second, it is nonetheless in the future. The message of fear is: “Watch out for x because it may harm you in some way.” Our fear is without doubt informed by past experiences, but the fear itself comes from the anticipation that the unpleasant event might occur again in the future.
But why is it scary? The simple answer is that fear is scary because that is what it is supposed to be. The scary bit is what gets our attention. Its role in the emotional palette is to force us to take a look at what aspects of the future may pose danger to us, to orient us where harm may come from.
Without the scary part, we would not have a sense of urgency. Instead of being taken by the scary nature of fear, it might be more useful to ask what the fear is pointing to. If we address that, it will keep us from harm. In the end, fear could be seen as a friend (or at least a helpful acquaintance) rather than one of the gang of “bad” emotions we generally consign it to.
I think FDR was onto this idea when in his first inaugural address he said, “So, first of all, let me assert my firm belief that the only thing we have to fear is fear itself—nameless, unreasoning, unjustified terror which paralyzes needed efforts to convert retreat into advance.”
Dan leads in Newfield Network's Foundations Course and Coach Training Program, which begin October 20, 2011, in Boulder, Colorado.
Nunca te olvides de reír de Carol M. Howe
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0BzC2d15uu3V5Yjg4YzA5NGQtNmU5OS00ZTg4LTlmMzEtZWNiYTg1MGRjNjRl&hl=es
http://granomostaza.blogspot.com/2011/09/nunca-te-olvides-de-reir-de-carol-m.html
11 oct 2011
Tú puedes aportar luz
En los tiempos que vivimos, la actividad diaria es muy intensa. Vamos y venimos sin parar para poder cumplir así con las obligaciones que nos hemos creado.
Los accidentes suceden. Algunos son simples sustos , otros van mas allá...
Sea cual fuere su gravedad, en caso de accidente siempre hay , al menos un momento de miedo, pánico y oscuridad. Cuando esto sucede, otras personas cercanas al lugar, sin poderlo evitar se envolucran emocionalmente convirtiéndo el momento en confusión general.
Quien mas y quien menos nos sentimos trastornados ante la posible gravedad y sin querer transmitimos miedo, pena y confusión, colaborando con esa oscuridad.
Es aquí donde debemos cambiar. Inmediatamente después del susto inicial, hay que reponerse lo antes posible y enviar al o los desafortunados luz, amor, esperanza y bienestar. Es lo que mas necesitan y en ese momento, lo único que les va a aliviar. Cuanta mas luz enviemos, mas su espíritu lo agradecerá.
Habrá otros muchos que sin querer enviarán confusión y malestar, por eso es muy importante que los que podamos, pensemos en luz, esperanza y tranquilidad.
Un simple rayo de luz, cuanto mas fuerte y luminoso mejor, y el deseo con toda nuestra alma que esas personas se vayan a recuperar o encontrar su camino hacia la paz.
Articulo de Loreto Alonso-Alegre Arana.
info@consultanaturopatia.com