RUMI

Cada árbol y cada planta del prado
parece estar danzando;
aquéllos con ojos comunes
sólo los verán fijos e inmóviles.

30 sept 2010

¿Qué Secreto Esconde La Falta De Voluntad?

¿Qué Secreto Esconde La Falta De Voluntad?

¿Falta de voluntad?Resumen: ¿Cuántas veces nos hemos encontrado sintiendo falta de voluntad ante ciertos desafíos que la vida nos demanda? Estas son las dos estrategias que sigo, sin distracciones, para vencer a este enemigo del aprendizaje y del éxito.

Uno de los puntos de partida en los que me enfoco cuando estoy dando coaching privado, es detectar ciertos estados de ánimo que paralizan en la acción a mis clientes y la consecuencia negativa que este “no accionar” les provoca.

Veo a la falta de voluntad como un estado de ánimo enemigo que provoca resultados indeseables como:

  • No lograr ni tener lo que quieres.
  • El sentimiento del desánimo y la desmotivación y la parálisis que ellos provocan.
  • El aumento de la desconfianza en ti mismo.

Podríamos agrupar estas consecuencias en una palabra que refleja lo que más se resiente en tu interior: tu autoestima.

“¿Para qué molestarme en hacer algo si no sé qué quiero?”.

“¿Para qué molestarme en proponerme algo si sé que luego no seré capaz de hacerlo?”

“¿Para qué intentarlo si tengo esta forma de ser -poco voluntariosa-?

Inmerso en este círculo lingüístico inconsciente para ti (hasta hoy), sientes que te vas apagando cada vez más, desconectándote de tus sueños, viviendo a la deriva y sin sentido.

Existe un tesoro valioso que enmascara esta conducta inactiva. El secreto que se esconde bajo el estado de ánimo de la falta de voluntad reside en tus pensamientos, querido lector.

¿Por qué lo que piensas lo considero un tesoro? Porque allí es donde tienes que intervenir para escapar de esa conducta paralizante. Los pensamientos de tu mente, a veces llamados desde el coaching “conversaciones internas”, son los que disparan ese estado de ánimo que has dejado que se apodere de tu ser.

El estado de ánimo de falta de voluntad tiene por lo general como base, un lenguaje especial que se configura en tu mente, que puede originarse de dos diálogos interiores diferentes que actúan en forma recurrente, de formatos como los siguientes:

Diálogo 1: “Lo que hago actualmente o lo que debo hacer, no me gusta, no lo quiero hacer".

"Lo que hago” = “La vida que llevo” = “Mi realidad”, etc.

Resultado: Estado de ánimo de falta de voluntad, dejadez, pereza. Buscas cualquier excusa para no hacerte cargo de eso que debes enfrentar. No lo haces, pasa el tiempo, te sientes culpable por tu falta de responsabilidad. Este ciclo continúa una y otra vez drenando tu energía y resintiendo tu autoestima.

Diálogo 2: "Tengo claros mis objetivos y sueños. Lo que hago y tengo actualmente es lo que quiero, pero me desmotivo en el camino porque dudo de mi mismo. Siento miedos que me paralizan. Tengo miedo de fracasar, entonces me hago el tonto y postergo”.

Resultado: Estado de ánimo de falta de voluntad, dejadez, pereza. Estos pensamientos se enmascaran bajo el disfraz de “no tengo fuerza de voluntad” o “no soy una persona voluntariosa ni disciplinada”. Como ya está auto-adjudicada en ti la etiqueta de “yo no soy una persona voluntariosa ni disciplinada”, el resultado es la inacción, que continua alimentando el ciclo vicioso de tu baja estima.

He aquí dos grupos de preguntas poderosas que te propongo para enfrentar el enemigo de la falta de voluntad. Encuéntralas aquí.

Busqué en la RAE www.rae.es el significado de la palabra voluntad. Comparto contigo los significados que más me han gustado:

1. f. Facultad de decidir y ordenar la propia conducta.

4. f. Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.

5. f. Intención, ánimo o resolución de hacer algo.

Recuerda: Tú tienes el poder de decidir sobre tus actos.

Enfrenta los pensamientos disparadores de esta falta de voluntad y hazla surgir de tu interior, haciendo valer tu facultad de decidir y ordenar tu propia conducta, con tu libre albedrío y sobre todo con el maravilloso poder que reside en tu interior, tu poder de ELEGIR. ¡Utilízalo! Y...

Qué se haga tu voluntad... :)

Con amor,

Ani Vera


© 2006-2010 Ana Cecilia Vera. Todos los Derechos Reservados.


Sobre la autora:
Ana Cecilia Vera asiste a personas, líderes y profesionales en el proceso de cambio que buscan para decirle SI a sus sueños y emprenderlos desde una transformación interior. Si quieres crear nuevas posibilidades en tu vida, disfrutarla al máximo con éxito y felicidad, visita http://www.anaceciliavera.com.ar y suscríbete al boletín para disfrutar de más tips y estrategias GRATIS y recibir en tu e-mail un reporte especial Gratuito.


27 sept 2010

Cuando uno mismo es su primer enemigo


Con raíces tanto psíquicas como culturales, el autoboicot es un atentado a la felicidad personal que, con paciencia y terapia, puede superarse

Domingo 26 de setiembre de 2010

Un artículo publicado por The New York Times se pregunta: ¿cuál es la finalidad del hombre de sabotear el éxito? Aunque resulte paradójico, hay quienes son felices desde el dolor y la decepción. ¿Qué puede llevar al hombre al autoboicot? ¿Qué le pasa a quien apuesta a ser víctima o a gozar con el sufrimiento? Se cree que, en mayor o menor medida, en algún momento de la vida todos podemos convertirnos en "masoquistas emocionales".

Resulta difícil imaginar un libro de autoayuda que enseñe al hombre a ser cada día más triste o a convertirse en un buen perdedor. Sin embargo, sería de gran utilidad para aquellos que encuentran una recompensa placentera siguiendo el camino inverso.

"De toda la psicología humana, el comportamiento autodestructivo está entre los más misteriosos y duros de cambiar", introduce en el tema el doctor Richard Friedman, profesor de Psiquiatría en el Weill Cornell Medical College, de Nueva York, uno de los centros mejor calificados para la investigación clínica y médica en los Estados Unidos. Es él quien escribe el artículo de The New York Times que citamos al comienzo.

"Siempre a mí"; "la vida me engañó"; "no tengo suerte en nada"... Quién no conoce una tía, una abuela, un vecino, un amigo o un compañero de trabajo que haya elegido o le tocó en suerte "ahogarse o hacer la plancha en una vida gris". Muchas veces no podemos entender cómo alguien persiste en la idea de elegir aquello que lo daña, no renuncia a lo que lo hiere o insiste en exponerse al riesgo y las dificultades.

Alicia López Blanco, licenciada en psicología, autora del libro La salud emocional, nos ayuda a entender este fenómeno del "daño permanente", muy común entre los argentinos, entre otros motivos, por herencia cultural.

"Boicotear es impedir o entorpecer la realización de un acto o de un proceso para conseguir alguna cosa. En el caso del auto-boicot -señala la psicóloga-, la propia persona se impone el freno con el objetivo de obtener algo que aparentemente no favorece su bienestar, pero que sí satisface algún deseo inconsciente. Podríamos plantearlo, metafóricamente, como una lucha interna entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal que libran, en el interior de la psiquis, batallas de diferente intensidad y frecuencia. Por un lado, una fuerza positiva impulsa a la autonomía y el desarrollo personal; por el otro, una negativa trata de impedir el crecimiento y la evolución."

Si bien muchos podemos ser víctimas de una sucesión de "malas rachas", no todos elegimos convertirnos en seres descreídos o esclavos de la resignación. No siempre una cadena de fracasos nos conduce a elegir este estilo de vida. Influyen la cultura, la educación, el cómo hayamos aprendido a atribuir lo "bueno" y lo "malo" de lo que nos pasa.

Contame tu condena

"¡Pobre de nosotros!"; "hija, ¡sos una desdichada!"; "no tiene suerte con las mujeres". Aunque parezca mentira, consciente o inconscientemente, mamamos desde la cuna la posibilidad de crecer y gozar con el sacrificio o el lamento. O todo lo contrario.

Los humanos estamos enmarcados en una doble tendencia vital, la del instinto de vida y conservación, por oposición al instinto de muerte y dolor. A lo largo de toda la vida nos balanceamos en torno a estas dos direcciones. Está lo que heredamos y está lo que decidamos poner en juego a la hora de elegir qué nos motoriza o nos provoca placer.

Todo hace pensar que el recurso del auto-boicot emocional puede caernos como regalo de nacimiento o, al menos, se enseña y se aprende; así como se adquiere cualquier otra estrategia para vivir y sobrevivir.

Muchas veces es más cómodo asumir "una vida de sumisión y sacrificio", aceptar un "destino impuesto o torcido", o atribuir la desdicha al "castigo de los dioses", en lugar de asumir los riesgos o hacer los duelos necesarios con el objetivo de elegir un destino propio o promover el cambio que nuestra vida pueda llegar a necesitar.

"El aparato psíquico se construye por la relación con la cultura, la cual le transmite al sujeto su lenguaje y conocimientos, y le imprime su sello. Es ella misma la que, al imponer sus mandatos a ser y comportarse de determinadas maneras, insta a la represión del impulso", explica la licenciada López Blanco.

"En un principio hablamos de un duelo entre las «fuerzas del bien y del mal» -recuerda la psicóloga-. La fuerza negativa -agrega- se nutre de los mandatos culturales y los de la subcultura de la familia de origen, incorporados en etapas tempranas del desarrollo. En el ánimo de responder a estas expectativas se van acallando los propios deseos."

Esto ayuda a entender tanto asuntos de base como los extremos a los que puede llegar quien decide entregarse a la dependencia e, incluso, la humillación. Muchas personas se limitan, se disminuyen, piden disculpas permanentemente, eligen ser sumisas u obedientes porque creen que serán más queridos y respetados. Aunque parezca mentira, hay quienes mueren con la idea de que "se vive para sufrir".

Se dice de mí

A la hora de definir el perfil de las personas "autodestructivas", podríamos decir que estamos frente a personalidades tendientes a: asumir el papel de víctima; minimizar los logros personales; mantener relaciones de subordinación (idealización excesiva); rechazar la ayuda y evitar elogios; no evitar, o evitar escasamente, el dolor; sufrir estados de ánimo ansiosos y/o disfóricos (cara triste o inexpresiva, evitación de la mirada, apatía, enojo, irritabilidad).

Las distintas teorías y modelos, cada cual con su explicación y terminología, invitan a revisar los motivos por los que estas personas devaluaron tanto su autoestima. Siempre hay un contexto o biografía emocional que nos define de cuerpo entero.

A la hora de revisar la historia de cada sujeto, están los más conductistas, que creen que puede tratarse de personas que han padecido de desatención, inconsistencia afectiva o falta de cariño.

Desde el psicoanálisis clásico se ha estudiado un tipo llamativo de carácter, en el que aparentemente se busca el dolor y se niega la experimentación de sensaciones agradables o placenteras.

"Freud describió el masoquismo como la búsqueda del sufrimiento y la decadencia", explica la licenciada López Blanco. "Además del sexual -continúa-, distinguió el masoquismo moral, en el cual el sujeto, debido a un sentimiento de culpabilidad inconsciente, expresa su necesidad de castigo ubicándose en posición de víctima. También desarrolló los conceptos de masoquismo primario y secundario, que todos podemos experimentar, un estado en el que la pulsión de muerte se dirige sobre uno mismo, o en el que la agresión hacia otro vuelve hacia la propia persona".

Las hipótesis psicodinámicas más actuales se fundamentan en la necesidad insatisfecha de simbiosis o identificación con determinadas personas.

Están los estudiosos de los trastornos de la personalidad, que especularon con que "los masoquistas persisten en las situaciones de sufrimiento para acostumbrarse mejor al dolor, expiar así sus culpas por deseos no reconocidos, y asociar el sometimiento con la aceptación".

Lo cierto es que quien boicotea su propia felicidad no necesariamente padece de algún trastorno de personalidad. "Si bien personas con determinadas patologías pueden tender a obstaculizar el camino de su felicidad, no es imprescindible tener un trastorno determinado para experimentar una inclinación hacia la autodestrucción", certifica López Blanco.

Hay varios estilos de personalidad que pueden convertirse en destructivos. Muchas veces, por dar un ejemplo, boicoteamos el éxito por exigencia desmedida. Las exigencias del mundo moderno, muchas ya impulsadas por viejos mandatos de "éxito y productividad", se convierten en un terreno pantanoso para los hiperresponsables o culposos.

Están quienes suelen ponerse objetivos demasiado elevados e inalcanzables y, en esa búsqueda, mientras desmerecen sus talentos y esfuerzos, se condenan al "fracaso" y la insatisfacción generalizada o permanente.

En ese contexto, entre extremos de negación y sobreexigencia, cabe señalar que el autoboicot no es privativo de las personas. Así como hay comunidades que quedan presas de sus propias redes de exigencia, "muchas sociedades parecen configuradas por una fuerza negativa que les impide la libertad, la expansión, el desarrollo y el crecimiento espiritual e intelectual", sugiere la licenciada López Blanco. Esto explica, en parte, cómo algunas comunidades, ciudades y países optan por no reconocer lo que esencialmente las destruye o, al menos, limita su crecimiento.

"Existe la posibilidad de cambio -asegura la psicoterapeuta- cuando los pueblos se deciden a tomar conciencia de esa necesidad y evalúan las transformaciones que la vida colectiva considera como auténticas." Lo mismo pasa con cada una de las personas.

Darse cuenta

Si bien el carácter masoquista ha ido desapareciendo de los manuales de psiquiatría, "parcialmente en respuesta a presiones sociales y políticas", tal como lo explica el doctor Friedman, "el comportamiento autodestructivo del masoquista es una fuente de sufrimiento considerable y blanco legítimo para el tratamiento".

En el trabajo psicoterapéutico y, en algunos casos extremos, junto a la intervención psiquiátrica, que aportará una medicación adecuada, se podrá trabajar sobre los mecanismos que despiertan la autodestrucción y la consabida recompensa que esto nos provoca, muchas veces, casi sin darnos cuenta.

"No cae muy bien decirles a estos pacientes que ellos son los arquitectos de su propio sufrimiento", reconoce Friedman. "Tal vez podamos partir de algo parecido, como invitarlos a preguntarse: «¿Es mi culpa que la vida sea injusta?»."

Para la licenciada López Blanco, "un tratamiento psicoterapéutico o un trabajo de observación y autoconocimiento pueden ser muy adecuados para empezar a tomar conciencia de los patrones de autoboicot. Al echar luz sobre esto, el tema ya pasa a formar parte de la conciencia y, si bien la pulsión inconsciente pude persistir, al verse repitiendo ese patrón el sujeto puede comenzar a accionar en la dirección del cambio".

"El trabajo terapéutico puede ser una batalla cuesta arriba -advierte Friedman en su artículo de The New York Times-, ya que, por su visión negativa, estos pacientes tratan a menudo de frustrar los mejores esfuerzos de sus terapeutas." Es lógico que quien vivió pensando en "que le vaya mal" se asombre al descubrir otro tipo de goce mucho más saludable. No olvidemos que no todos pueden ser pesimistas, negativos o autodestructivos por elección. "Sería una elección si la persona fuera consciente del acto", explica López Blanco. "Si se trata de una pulsión inconsciente -subraya- no podemos hablar de elección, sino de acto compulsivo."

Al parecer, se trataría de llevar el arte del autoboicot a la conciencia y resignificar creencias y carencias emocionales. De esta manera, tal como lo cree Friedman, "estas personas pueden experimentar en terapia lo que ellos perjudican tan expertamente en todos lados: el éxito".

"Sería de utilidad que el paciente lograra interrogarse respecto de cómo se está experimentando el curso de la propia vida -enumera la psicóloga-; cuán saludable y constructiva es la relación con los demás; cuál es el sentimiento respecto de las propias actividades en general, y lo que sea útil preguntarse con el objetivo de echar luz acerca de la propia existencia. Una vez formulados los interrogantes, entra en juego la capacidad personal de soportar lo que las respuestas dejen en evidencia."

Por Eduardo Chaktoura
revista@lanacion.com.ar

26 sept 2010

Psicología y Coaching: marco general, las diferentes escuelas

El presente trabajo es el reflejo escrito del ciclo de conferencias que sobre Psicología y
Coaching que está llevando a cabo el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid con la intención de
investigar y reflexionar sobre la disciplina del Coaching, sus orígenes y las indudables conexiones que existen entre éste y la Psicología. Después de 30 años, podemos decir que el Coaching ha venido para quedarse, se encuentra en perfecto estado de salud y en un proceso de desarrollo imparable.
Inauguramos con éste la publicación de una serie de artículos en los que se abordarán diversos
aspectos relacionados con la Psicología del Trabajo, de las Organizaciones y de los Recursos Humanos.

http://www.franciscocerda.cl/media/users/0/16/files/19/Psicologia_y_coaching_Maria_Ortiz_de_Zarate.pdf

Coaching Wingwave













http://coachingparalalibertad.blogspot.com/2010/09/coaching-wingwave-emdr.html

Presentación de libro 'Vivir en el alma'






Muhammad




http://deepakchoprabook.com/Muhammad_prelude.pdf

“Si queremos cambiar el mundo tenemos que empezar por nosotros mismos”


"Las religiones expulsaron a Dios de su propia creación y ni siquiera incluyen nociones de cosmología".

Por Ignacio Escribano

El brazalete se asoma con cautelosa suntuosidad bajo la manga del saco negro de cuello mao. Como titilando, contra el castaño fosco de su piel bronceada. La muñeca izquierda, en cambio, está vacante. Deepak Chopra no usa reloj.

-¿Por qué?

-“No lo sé -responde, un tanto riéndose y otro tanto con cara de qué se le va a hacer-. Nunca sentí la necesidad de medir el tiempo; es más, la verdad es que no creo en su existencia”.

La agenda vertiginosa, al menos, no parece intimidar en lo más mínimo a esta suerte de “poeta-profeta de la medicina alternativa”, a quien la revista Time distinguió, en 1999, entre “Los 100 principales iconos y héroes del siglo XX”.

Con la distensión de un día feriado (o “más tranquilo que bailar con la prima”, como me diría un tachero antes de llegar al lugar de la entrevista, en un camarín del teatro Opera), el gurú de la medicina ayurveda se expresa en sintonía con el Dalai Lama: “Si queremos cambiar el mundo tenemos que empezar por nosotros mismos”. Y subraya que en medio de las turbulencias que atraviesa el hombre moderno, más que nunca, es fundamental que aprendamos a sosegar nuestra mente; ya sea por medio de la meditación, el yoga o como más a gusto se sienta uno.

Para Chopra, es fundamental que en esa abstracción del incesante ruido cotidiano uno pueda preguntarse, genuinamente, quién soy, qué quiero en esta vida.

“De lo contrario, seguiremos hipnotizados por los condicionamientos impuestos desde afuera; a la máscara social, por miedo al rechazo, le gusta la aprobación, y cuando uno se transforma en eslabón de esa hipnosis sociocultural deja de ser quien verdaderamente es”, advierte el autor de Las siete leyes espirituales del éxito, Curación cuántica y otro buen puñado de best sellers.

“¡Eso!, desenchufar la radio y el televisor”, asiente, con una leve inclinación de cabeza. Y confiesa, además, no compartir en absoluto “esa idea tan naïf del pensamiento positivo” (positive thinking), que en ocasiones le suelen atribuir.

Creo, sí -aclara-, en el ejercicio de ver la realidad de manera creativa, algo que sólo se logra conectándose con uno mismo en el más profundo de los silencios. Claro que, primero, hay que saber qué se está buscando y cuáles son las posibilidades que nos ofrece cada situación, por más trágica que parezca.”

En la vacuidad del recinto, su voz gruesa, algo monótona, trae ciertas reminiscencias de ese sonido sordo, constante y de fondo (drone), tan característico de la música india.

“Entonces, ¡ajá! -exclama, interrumpiendo su discurso uniforme con un fuerte chasquido de manos-, desde ese silencio, que ha sido la fuente de inspiración de las grandes comedias, pensamientos filosóficos y descubrimientos de la humanidad, brotan respuestas originales, y uno se encuentra en condiciones de superar la adversidad”.

Según Chopra, la costumbre de condenar, criticar y quejarse no sirve más que para perturbar la propia mente; por lo que invita a transformar esa energía “malgastada” en un acto feraz. Como participar junto a quienes están haciendo tareas concretas por el bien de la comunidad.

“Ese ya es un buen comienzo -alienta- Y, en este sentido, considero de un valor extraordinario las alianzas estratégicas entre medios de comunicación, instituciones científicas, líderes espirituales e industrias de entretenimiento. Después de todo, allí está ese 10 por ciento de la población que marca las tendencias: desde ropa, autos o políticos de moda, hasta cada minucia del quehacer cotidiano.”

Ahora, ¿a qué se debe el tremendo peso de apenas unos pocos? “Básicamente, al alto desarrollo de su potencial creativo; eso los hace pioneros en los más diversos ámbitos de la cultura”, explica.

Bien plantado en sus zapatos negros abotinados Prada, de esos que se ven cómodos pero elegantes, Chopra no se sorprende por el fenómeno de las salas de espectáculos porteñas rebalsadas de bote a bote, incluso en tiempos de recesión económica.

“Es otra demostración de que las necesidades básicas del ser humano permanecen inalterables en tiempos críticos; la poesía misma, que es el lenguaje del alma, ha sobrevivido a todas las revoluciones”, reflexiona el médico indio que supo amalgamar, y transmitir, la quintaesencia de la física cuántica, la salud, el arte y las enseñanzas de la antigua tradición védica.

“Es más -añade-, con la poesía se puede influir positivamente a toda una población; en este sentido, el ex presidente de la República Checa, Václav Havel, que es poeta y dramaturgo, ha sido un líder visionario”.

Chopra reconoce haber descubierto la poesía, “esa fuente inagotable de pasión, amor e inspiración”, en la obra del poeta bengalí Rabindranath Tagore.

“Este frágil recipiente lo has vaciado una y otra vez para llenarlo eternamente de vida nueva… Pasan los siglos, y tú continúas vertiendo, y todavía hay espacio para llenar”, escribe Tagore, en Gitanjali, aludiendo a la pletórica cualidad del desapego: esa actitud frente a la vida, con sello bien oriental, que no debería confundirse con la apatía o la insensibilidad.

­“No obstante, cuando no se ha vivido plenamente con pasión, el desapego suele ser síntoma de miedo e inseguridad; primero -sugiere Chopra- hay que sentir el sabor de la pasión. Ustedes los latinos son conocidos en todo el mundo por su sangre caliente. ¡Sientan toda la pasión que puedan! Hace poco estuve en España. Allí viven mejor que en los Estados Unidos. ¿Qué ha cambiado? Expresan su espíritu; algo que no es posible cuando se tiene baja la autoestima”.

Deepak Chopra encarna un personaje controvertido. De este lado del canal de Suez “peca” por trascender la rigidez de la mente occidental que, como describe Jung en un prólogo del I Ching, todo lo selecciona, pesa, tamiza, clasifica y separa; para la austeridad oriental, acaso sean excesivos tantos dígitos en su haber.

En 1994, la revista Forbes lo definió como “el último de una serie de gurús que han prosperado combinando ciencia, psicología e hinduísmo pop”.

Como fuere, sería ocioso detenerse en los dardos de las diatribas que ni a él mismo Chopra parecen estropearle el sueño.

“Las mismas sociedades científicas que hasta hace poco concebían aspectos meramente materialistas y tecnológicos están cambiando radicalmente -observa-; de hecho, cada vez más facultades en los Estados Unidos y resto del mundo me solicitan cursos sobre medicina ayurvédica”.

El autor de Conocer a Dios: El viaje del alma hacia el misterio de los misterios, insiste en la trascendencia del silencio: “Es el punto desde el cual la consciencia humana cruza los límites cuánticos; es decir, abandona el mundo material y se sumerge en una región compuesta de energía e información, más allá del tiempo y el espacio”.

“Allí, donde sólo existe amor, compasión, intuición, creatividad y una genuina sensación de conexión, la espiritualidad impone sus propias leyes, que le pertenecen al campo de la sabiduría. Las religiones, que expulsaron a Dios de su propia creación, ni siquiera incluyen nociones de cosmología y evolución; y eso sólo las vuelve demasiado primitivas”, dispara Chopra, sin ningún esfuerzo por reprimirse. Y, sin vacilar, remata: “Cristo no era cristiano, así como tampoco Buda fue budista o Mohammed musulmán; la religión, que ha hecho de Dios un jefe tribal, no es más que una mera institucionalización, bien podría decirse diabólicamente fundamentadas, de las verdades reveladas por Dios a cada uno de esos hombres santos. Por eso digo que las religiones, separatistas y amedrentadoras por naturaleza, son sinónimo de dogma, poder, ideología y minuciosos sistemas de manipulación”.

Las psicoterapias, principalmente las de origen freudiano, tampoco quedan a salvo de la aspereza de sus comentarios.

“Es llamativa toda la gente que se sigue analizando después de más de veinte y hasta treinta años, y que, encima, se vuelve dependiente del terapeuta”, se sorprende Chopra.

Más benévolo con las escuelas jungianas, “que al tener en cuenta la existencia de un inconsciente colectivo permiten un acercamiento mucho más profundo del ser”, pronostica que la espiritualidad pasará a ser el eje central en la incesante búsqueda del conócete a ti mismo.

Nada más fascinante que ver cómo la psicología confunde sus límites con el espíritu”, ironiza.

Actualmente, la física cuántica, que revela el universo como una red indivisible en el cual todo está conectado, va fundiendo en lenta alquimia ciencia con espiritualidad. “No obstante, eso todavía no ha ocurrido”, señala.

En íntima analogía con aquel fragmento del Ajedrez borgiano, que reza: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza./¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/De polvo y sueño y tiempo y agonías?, Chopra, al igual que Einstein, también quiere “conocer los pensamientos de Dios”, porque “lo demás son detalles”. Y desde la milenaria concepción hindú condensada en la palabra lila, que en sánscrito significa juego y vida a la vez, reconoce: “Es cierto que el fragor cotidiano no siempre resulta sencillo o alentador, pero la vida es y seguirá siendo un juego, aún en los peores momentos. Así son las reglas: las fuerzas creativas son tan necesarias como las de la inercia. De lo contrario, sin dualidad, sería la nada”.

“¿Queremos permanecer atrapados en el melodrama de este mundo de valores opuestos?”, pregunta Chopra, sin rodeos.

“La decisión de transformarse en un guerrero cósmico, como Arjuna, el príncipe del Bhagavad Gita, y formar parte de la energía creadora, depende de cada uno -dice-. Y no para provecho personal, sino por las fuerzas del universo mismo. Sólo entonces sentiremos pasión por este juego divino llamado vida”.



21 sept 2010

Libro recomendado: "No es lo mismo

http://en.escuelacoaching.com/wp-content/2010/09/dossier_no-es-lo-mismo.pdf

La Ilusión del Perfeccionismo



Autor: Miriam Ortiz de Zárate
Mayo de 2007


Que te gusten tus imperfecciones es lo más liberador
Virginia Woolf

Pierre Bonnard, artista francés y uno de los líderes del movimiento impresionista, solía burlar la vigilancia de los museos donde se exponían sus cuadros y, pertrechado de pinturas y pinceles, retocaba sus obras cuando no le veían.

Toscanini, el gran director de orquesta, era calificado de inflexible, dominante, intransigente, perfeccionista, autocrítico y enemigo de la mediocridad. Muchos presenciaron sus feroces demandas artísticas y sus ataques de rabia cuando las cosas no salían como él deseaba. Su manera de trabajar se reflejaba en la vehemencia de sus versiones y en la intensidad de sus interpretaciones.

La soprano María Callas se hizo mundialmente famosa gracias a una férrea autoexigencia profesional. El realizador y artista italiano Franco Zeffirelli dijo de ella: “En todas las profesiones hay seres que se fijan como regla la máxima exigencia, personas para las que el mundo o es perfecto o no es nada, para las que las cosas son blancas y negras. La Callas era de esa clase de gente, es decir, un genio. El genio es intolerante y sublime. Quería ser artista, la artista absoluta. La Callas era de una sola pieza, un bloque de granito. Su búsqueda de la perfección le impedía tener marido, hijos, tener otra vida que la de su arte”.

Esforzarse, ser meticuloso y querer hacer las cosas bien es una actitud deseable y saludable. Sin embargo, exigirse hacer las cosas perfectamente es una autoimposición que nos coloca en una posición de vulnerabilidad y de dependencia. La trampa del perfeccionismo no es fijarse unos estándares elevados sino fijarse unos estándares inalcanzables: tratar de obtener lo imposible.


El perfeccionismo es una virtud porque tiende a hacer las cosas perfectas. Y es un defecto porque no acepta que lo perfecto no existe, que los fracasos son parte de la vida.

¿Tiene sentido pretender alcanzar la “perfección”? ¿Existe realmente la perfección? ¿Es una ilusión? ¿O tal vez una falacia? La idea de un trabajo “bien hecho” o “mal hecho” no es una verdad absoluta, es una representación que se encuentra en nuestra cabeza. Cada persona tiene su propia representación, aunque, por supuesto, tendemos a pensar que la nuestra es la correcta.

La trampa del perfeccionismo estriba en que te obliga a tratar de obtener lo imposible.

En la vida hay muchos perfeccionistas. Creen en el trabajo bien hecho, se entregan apasionadamente a hacer bien las cosas, y llegan a hacer magníficamente muchas tareas que emprenden. Pero, al mismo tiempo, viven tensos, se vuelven cruelmente exigentes con quienes no son como ellos y sufren cuando ven que muchas de sus obras, a pesar de todo su interés, se quedan a mitad de camino.

El perfeccionismo y la elevada exigencia están en la base de muchos problemas de gestión del tiempo. La persona perfeccionista dedica una enorme cantidad de esfuerzo y recursos para hacer las cosas bien pero, al mismo tiempo, siempre tiene la sensación de que podía haberlas hecho mejor, si se hubiera esforzado un poco más. Con creencias de este tipo, el tiempo se escapa entre los dedos, especialmente en el entorno laboral, donde el trabajo se revisa una y otra vez, se buscan y detectan nuevos errores, se encuentran aspectos para mejorar… Es una cadena sin fin en la que solo se recoge agotamiento e insatisfacción.

Lo perfecto es enemigo de lo bueno
Refranero Español


La persona perfeccionista actúa para obtener reconocimiento y evitar la desaprobación, el rechazo de los demás, pero al mismo tiempo tiene un duro crítico interior que le impide disfrutar de un trabajo bien hecho, porque siempre hay algo que podría haberse hecho mejor. “No existe un perfeccionista feliz. Se sabría”, escribe la psicóloga francesa Marie Haddou en su libro Basta de agobios. Según ella, el perfeccionismo genera insatisfacción, decepción y frustración. Sentimientos que imposibilitan la paz interior y se desvían de la felicidad.


Ni el exceso ni el defecto: el justo medio.

Aristóteles

Alcanzar la perfección es imposible. Esta afirmación es tan sencilla como razonable. Sin embargo, las cosas no son así para las personas perfeccionistas, que actúan regidas por un anhelo de conseguir algo que creen que es posible pero que, al mismo tiempo, nunca está totalmente a su alcance. La consecuencia es doble: por una parte, hay una gran cantidad de esfuerzo personal, la actividad se hace desmedida o está desequilibrada, o se enfoca demasiado hacia los aspectos más visibles (aquellos en los que pueda resultar más sencillo obtener reconocimiento). Por otra parte, se recoge mucha frustración porque los resultados anhelados nunca se alcanzan, a pesar de todos los esfuerzos.
En el libro Atrévase a no ser perfecto, Cristina Ruiz Coloma nos dice:

“Los perfeccionistas tienen tendencia a ser especialmente sensibles a las exigencias, reales o imaginarias, que se les hace o se hacen ellos mismos. A veces convierten sus propios deseos en deberes. Desde el momento en que se es un perfeccionista exigente, el “quiero” se convierte en “debo”, el deseo es reemplazado por la obligación. Si la persona se siente bajo una intensa presión (tanto interna como externa) de actuar e intenta motivarse con “debería” o “tendría que”, se cree obligada a llevar a cabo cualquier actividad y además finalizarla. Aun cuando sea una tarea que inicialmente pueda producir placer, el pensar que debe llevarla a cabo la transforma en obligación y eso elimina la opción de todo individuo a elegir libremente. Esto provoca al perfeccionista la sensación de tener una carga encima que puede producir tensión, sentimientos de culpabilidad, resentimiento y numerosos problemas más”.

Parafraseando a Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, podríamos decir: “Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañarte en tu desarrollo”.

Bibliografía
Cuando lo Perfecto No es Suficiente. Estrategias Para Hacer Frente Al Perfeccionismo, Martin M. Antony-Richard P. Swinson, (Editorial Desclée De Brouwer)
La Obsesión del Perfeccionismo, Soluciones Para Acabar Con El Control Excesivo, Allan E. Mallinger (Editorial Paidos)
¡Basta de Agobios! Aprende a Relajarte Y A Disfrutar De La Vida Con Calma, Marie Haddou (Editorial Paidos)

20 sept 2010

Jean Jacques - Mamá (Eurovisión 1969 Mónaco).

Libro recomendado: 50 Great Myths of Popular Psychology

In this week’s eSkeptic, we present an excerpt from 50 Great Myths of Popular Psychology: Shattering Widespread Misconceptions About Human Nature, by Scott O. Lilienfeld, Steven Jay Lynn, John Ruscio, and Barry L. Beyerstein (Wiley-Blackwell, 2009). This excerpt appears in the sold out issue of Skeptic magazine volume 15, number 3 and has been published by permission of the publisher and authors.


compilation of parts from book cover

Top Ten Myths
of Popular Psychology

Virtually every day, the news media, television shows, films, and Internet bombard us with claims regarding a host of psychological topics: psychics, out of body experiences, recovered memories, and lie detection, to name a few. Even a casual stroll through our neighborhood bookstore reveals dozens of self-help, relationship, recovery, and addiction books that serve up generous portions of advice for steering our paths along life’s rocky road. Yet many popular psychology sources are rife with misconceptions. Indeed, in today’s fast-paced world of information overload, misinformation about psychology is at least as widespread as accurate information. Self-help gurus, television talk show hosts, and self-proclaimed mental health experts routinely dispense psychological advice that is a bewildering mix of truths, half-truths, and outright falsehoods. Without a dependable tour guide for sorting out psychological myth from reality, we’re at risk for becoming lost in a jungle of “psychomythology.”

In our new book, 50 Great Myths of Popular Psychology: Shattering Widespread Misconceptions About Human Nature, we examine in depth 50 widespread myths in popular psychology (along with approximately 250 other myths and “mini-myths”), present research evidence demonstrating that these beliefs are fictional, explore their ramifications in popular culture and everyday life, and trace their psychological and sociological origins. Here, pace David Letterman, we present (in no particular order) our own candidates for the top 10 myths of popular psychology.

Myth #1: We Only Use 10% of our Brains

Whenever those of us who study the brain venture outside the Ivory Tower to give public lectures, one of the questions we’re most likely to encounter is, “Is it true that we only use 10% of our brains?” The look of disappointment that usually follows when we respond, “Sorry, I’m afraid not,” suggests that the 10% myth is one of those hopeful truisms that refuses to die because it would be so nice if it were true. In one study, when asked “About what percentage of their potential brain power do you think most people use?,” a third of psychology majors answered 10%.1 Remarkably, one survey revealed that even 6% of neuroscientists agreed with this claim!2 The pop psychology industry has played a big role in keeping this myth alive. For example, in his book, How to be Twice as Smart, Scott Witt wrote that “If you’re like most people, you’re using only ten percent of your brainpower.”3

There are several reasons to doubt that 90% of our brains lie silent. At a mere 2–3% of our body weight, our brain consumes over 20% of the oxygen we breathe. It’s implausible that evolution would have permitted the squandering of resources on a scale necessary to build and maintain such a massively underutilized organ. Moreover, losing far less than 90% of the brain to accident or disease almost always has catastrophic consequences.4 Likewise, electrical stimulation of sites in the brain during neurosurgery has failed to uncover any “silent areas.”

How did the 10% myth get started? One clue leads back about a century to psychologist William James, who once wrote that he doubted that average persons achieve more than about 10% of their intellectual potential. Although James talked in terms of underdeveloped potential, a slew of positive thinking gurus transformed “10% of our capacity” into “10% of our brain.”5 In addition, in calling a huge percentage of the human brain “silent cortex,” early investigators may have fostered the mistaken impression that what scientists now call “association cortex” — which is vitally important for language and abstract thinking — had no function. In a similar vein, early researchers’ admissions that they didn’t know what 90% of the brain did probably fueled the myth that it does nothing. Finally, although one frequently hears claims that Albert Einstein once explained his own brilliance by reference to 10% myth, there’s no evidence that he ever uttered such a statement.

Myth #2: It’s Better to Express Anger Than to Hold it in

If you’re like most people, you believe that releasing anger is healthier than bottling it up. In one survey, 66% of undergraduates agreed that expressing pent-up anger — sometimes called “catharsis” — is an effective means of reducing one’s risk for aggression.6 A host of films stoke the idea that we can tame our anger by “letting off steam” or “getting things off our chest.” In the 2003 film Anger Management, after the meek hero (Adam Sandler) is falsely accused of “air rage” on a flight, a judge orders him to attend an anger management group run by Dr. Buddy Rydell (Jack Nicholson). At Rydell’s suggestion, Sandler’s character plays dodgeball with schoolchildren and throws golf clubs. Dr. Rydell’s advice echoes the counsel of many self-help authors. John Lee suggested that rather than “holding in poisonous anger,” it’s better to “Punch a pillow or a punching bag.”7 Some psychotherapies encourage clients to scream or throw balls against walls when they become angry.8 Proponents of “primal scream therapy” believe that psychologically troubled adults must release the emotional pain produced by infant trauma by discharging it, often by yelling at the top of their lungs.9

Yet more than 40 years of research reveals that expressing anger directly toward another person or indirectly toward an object actually turns up the heat on aggression.10 In an early study, people who pounded nails after someone insulted them were more critical of that person.11 Moreover, playing aggressive sports like football results in increases in aggression,12 and playing violent videogames like Manhunt, in which participants rate bloody assassinations on a 5-point scale, is associated with heightened aggression.13 Research suggests that expressing anger is helpful only when it’s accompanied by constructive problem-solving designed to address the source of the anger.14

Why is this myth so popular? In all likelihood, people often mistakenly attribute the fact that they feel better after they express anger to catharsis, rather than to the fact that anger usually subsides on its own after awhile.15

Myth #3: Low Self-Esteem is a Major Cause of Psychological Problems

Many popular psychologists have long maintained that low self-esteem is a prime culprit in generating unhealthy behaviors, including violence, depression, anxiety, and alcoholism. From Norman Vincent Peale’s 1952 The Power of Positive Thinking onward, self-help books proclaiming the virtues of self-esteem have become regular fixtures in bookstores. In his best-seller, The Six Pillars of Self-Esteem, Nathaniel Branden insisted that one “cannot think of a single psychological problem — from anxiety and depression, to fear of intimacy or of success, to spouse battery or child molestation — that is not traceable to the problem of low self-esteem.”16

The self-esteem movement has found its way into mainstream educational practices. Some athletic leagues award trophies to all schoolchildren to avoid making losing competitors feel inferior.17 One elementary school in California prohibited children from playing tag because the “children weren’t feeling good about it.”18 Moreover, the Internet is chock full of educational products intended to boost children’s self-esteem. One book, Self-Esteem Games, contains 300 activities to help children feel good about themselves, such as repeating positive affirmations emphasizing their uniqueness.19

But there’s a fly in the ointment: Research shows that low self esteem isn’t strongly associated with poor mental health. In a comprehensive review, Roy Baumeister and his colleagues canvassed over 15,000 studies linking self-esteem to just about every conceivable psychological variable. They found that self-esteem is minimally related to interpersonal success, and not consistently related to alcohol or drug abuse. Moreover, they discovered that although self-esteem is positively associated with school performance, better school performance appears to contribute to high self-esteem rather than the other way around. Perhaps most surprising of all, they found that “low self-esteem is neither necessary nor sufficient for depression.”20

Myth #4: Human Memory Works like a Video Camera

Despite the sometimes all-too-obvious failings of everyday memory, surveys show that many people believe that their memories operate very much like videotape recorders. About 36% of us believe that our brains preserve perfect records of everything we’ve experienced.21 In one survey of undergraduates, 27% agreed that memory operates like a tape recorder.22 Even most psychotherapists agree that memories are fixed more or less permanently in the mind.23

It’s true that we often recall extremely emotional events, sometimes called flashbulb memories because they seem to have a photographic quality.24 Nevertheless, research shows that even these memories wither over time and are prone to distortions.25 Consider an example from Ulric Neisser and Nicole Harsch’s study of memories regarding the disintegration of the space shuttle Challenger.26 A student at Emory University provided the first description 24 hours after the disaster, and the second account two and a half years later.

Description 1. “I was in my religion class and some people walked in and started talking about [it]. I didn’t know any details except that it had exploded and the schoolteacher’s students had all been watching which I thought was so sad. Then after class I went to my room and watched the TV program talking about it and I got all the details from that.”

Description 2. “When I first heard about the explosion I was sitting in my freshman dorm room with my roommate and we were watching TV. It came on a news flash and we were both totally shocked. I was really upset and I went upstairs to talk to a friend of mine and then I called my parents.”

Clearly, there are striking discrepancies between the two memories. Neisser and Harsch found that about one-third of students’ reports contained large differences across the two time points. Similarly, Heike Schmolck and colleagues compared participants’ ability to recall the 1995 acquittal of former football star O. J. Simpson 3 days after the verdict, and after many months.27 After 32 months, 40% of the memory reports contained “major distortions.”

Today, there’s broad consensus among psychologists that memory isn’t reproductive — it doesn’t duplicate precisely what we’ve experienced — but reconstructive. What we recall is often a blurry mixture of accurate and inaccurate recollections, along with what jells with our beliefs and hunches. Indeed, researchers have created memories of events that never happened. In the “shopping mall study,” Elizabeth Loftus created a false memory in Chris, a 14-year-old boy. Loftus instructed Chris’s older brother to present Chris with a false story of being lost in a shopping mall at age 5, and she instructed Chris to write down everything he remembered. Initially, Chris reported very little about the false event, but over a two week period, he constructed a detailed memory of it.28 A flood of similar studies followed, showing that in 18-37% of participants, researchers can implant false memories of such events as serious animal attacks, knocking over a punchbowl at a wedding, getting one’s fingers caught in a mousetrap as a child, witnessing a demonic possession, and riding in a hot air balloon with one’s family.29

Myth #5: Hypnosis is a Unique “Trance” State Differing
in Kind from Wakefulness

Popular movies and books portray the hypnotic trance state as so powerful that otherwise normal people will commit an assassination (The Manchurian Candidate); commit suicide (The Garden Murders); perceive only a person’s internal beauty (Shallow Hal); and (our favorite) fall victim to brainwashing by alien preachers who use messages embedded in sermons (Invasion of the Space Preachers). Survey data show that public opinion resonates with these media portrayals: 77% of college students endorsed the statement that “hypnosis is an altered state of consciousness, quite different from normal waking consciousness,” and 44% agreed that “A deeply hypnotized person is robot-like and goes along automatically with whatever the hypnotist suggests.”30

But research shows that hypnotized people can resist and even oppose hypnotic suggestions, and won’t do things that are out of character, like harming people they dislike.31 In addition, hypnosis bears no more than a superficial resemblance to sleep: Brain wave studies reveal that hypnotized people are wide awake. What’s more, individuals can be just as responsive to suggestions administered while they’re exercising on a stationary bicycle as they are following suggestions for sleep and relaxation.32 In the laboratory, we can reproduce all of the phenomena that laypersons associate with hypnosis (such as hallucinations and insensitivity to pain) using suggestions alone, with no mention of hypnosis. Evidence of a distinct trance unique to hypnosis would require physiological markers of subjects’ responses to suggestions to enter a trance. Yet no consistent evidence of this sort has emerged.33

Hypnosis appears to be only one procedure among many for increasing people’s responses to suggestions.

Myth #6: The Polygraph Test is an Accurate Means
of Detecting Lies

Have you ever told a lie? If you answered “no,” you’re lying. College students admit to lying in about one in every three social interactions and people in the community about one in every five interactions.34 Not surprisingly, investigators have long sought out foolproof means of detecting falsehoods. In the 1920s, psychologist William Moulton Marston invented the first polygraph or so-called “lie detector” test, which measured systolic blood pressure to detect deception. He later created one of the first female cartoon superheroes, Wonder Woman, who could compel villains to tell the truth by ensnaring them in a magic lasso. For Marston, the polygraph was the equivalent of Wonder Woman’s lasso: an infallible detector of the truth.35

A polygraph machine plots physiological activity — such as skin conductance, blood pressure, and respiration — on a continuously running chart. Contrary to the impression conveyed in such movies as Meet the Parents, the machine isn’t a quick fix for telling whether someone is lying, although the public’s desire for such a fix almost surely contributes to the polygraph’s popularity. In one survey of introductory psychology students, 45% believed that the polygraph “can accurately identify attempts to deceive.”36 Yet interpreting a polygraph chart is notoriously difficult.

For starters, there are large differences among people in their levels of physiological activity. An honest examinee who tends to sweat a lot might mistakenly appear deceptive, whereas a deceptive examinee who tends to sweat very little might mistakenly appear truthful. Moreover, as David Lykken noted, there’s no evidence for a Pinocchio response,37 such as an emotional or physiological reaction uniquely indicative of deception.38 If a polygraph chart shows more physiological activity when the examinee responds to questions about a crime than to irrelevant questions, at most this difference tells us that the examinee was more nervous at those moments. Yet this difference could be due to actual guilt, indignation or shock at being unjustly accused, or the realization that one’s responses to questions about the crime could lead to being fired, fined, or imprisoned.39 Thus, polygraph tests suffer from a high rate of “false positives” — innocent people whom the test deems guilty.40 As a consequence, the “lie detector” test is misnamed: It’s really an arousal detector.41 Conversely, some individuals who are guilty may not experience anxiety when telling lies. For example, psychopaths are notoriously immune to fear and may be able to “beat” the test in high pressure situations, although the research evidence for this possibility is mixed.42

Were he still alive, William Moulton Marston might be disappointed to learn that researchers have yet to develop the psychological equivalent of Wonder Woman’s magic lasso. For at least the foreseeable future, the promise of a perfect lie detector remains the stuff of comic book fantasy.

Myth #7: Opposites Attract

The notion that “opposites attract” is a standard part of our cultural landscape. Films, novels, and TV sitcoms overflow with stories of diametrical opposites falling passionately in love. The 2007 smash hit comedy, Knocked Up, is perhaps Hollywood’s latest installment in it’s seemingly never-ending parade of wildly mismatched romantic pairings. Most of us are convinced that people who are opposite from each other in their personalities, beliefs, and looks tend to be attracted to each other. Lynn McCutcheon found that 77% of undergraduates agreed that opposites attract in relationships.43 This belief is also widespread in pockets of the Internet dating community. On one site called “Soulmatch,” Harville Hendrix, Ph.D. (described as a “relationships expert”) states that “It’s been my experience that only opposites attract because that’s the nature of reality. The great myth in our culture is that compatibility is the grounds for a relationship — actually, compatibility is grounds for boredom.”

On the contrary, research suggests that Hendrix has gotten his myths precisely backward. When it comes to interpersonal relationships, opposites don’t attract. Dozens of studies demonstrate that people with similar personality traits are more likely to be attracted to and hang out with each other than people with dissimilar personality traits. For example, people with a Type A personality style, who are hard-driving, competitive, and time-conscious, prefer dating partners who have a Type A personality.44 Similarity in personality traits predicts not only initial attraction, but marital stability and happiness.45 Similarity on the personality trait of conscientiousness seems to be especially important for marital satisfaction.46 So if you’re a hopelessly messy person, you’re best off finding someone who isn’t a total neat freak. The “like attracts like” conclusion also extends to our attitudes and values. The more similar someone’s attitudes (for example, political views) are to ours, the more we tend to like that person.47

Myth #8: People with Schizophrenia Have Multiple Personalities

A prevalent misconception is that schizophrenia is the same thing as “split personality” or “multiple personality disorder.” A popular bumper sticker, for example, reads: “I was schizophrenic once, but we’re better now.” The schizophrenia-multiple personality misconception is widespread. In one survey, 77% of introductory psychology students agreed that “a schizophrenic is someone with a split personality.”48 The 2000 comedy film, Me, Myself, and Irene, starring Jim Carrey, features a man supposedly suffering from schizophrenia. Yet he actually suffers from a split personality, with one personality who’s mellow and another who’s aggressive.

In fact, Schizophrenia differs sharply from the diagnosis of dissociative identity disorder (DID), once called multiple personality disorder. Unlike people with schizophrenia, people with DID supposedly harbor two or more distinct “alters” — personalities or personality states — within them at the same time. Robert Louis Stevenson’s 1886 novel, The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, is probably the best known illustration of multiple personality in popular literature. Nevertheless, many psychologists find the assertion that DID patients possess distinct and fully formed personalities to be doubtful.49 It’s far more likely that these patients are displaying different, but exaggerated, aspects of a single personality.

The schizophrenia-DID myth probably stems in part from confusion in terminology. Swiss psychiatrist Eugen Bleuler coined the term “schizophrenia,” meaning “split mind,” in the early 20th century, and many writers soon misinterpreted Bleuler’s definition. By schizophrenia, Bleuler meant that people suffer from a “splitting” within and between their psychological functions, especially emotion and thinking.50 For most of us, what we feel and think at one moment corresponds to what we feel and think at the next. Yet in the severe psychotic disorder of schizophrenia, these linkages are ruptured. As Bleuler observed, people with schizophrenia don’t harbor more than one co-existing personality; they possess a single personality that’s been shattered.51

Regrettably, many people in the general public don’t appreciate the fact that schizophrenia is often a profoundly disabling condition associated with a heightened risk for suicide, clinical depression, anxiety disorders, substance abuse, unemployment, and homelessness. As Irving Gottesman noted, “everyday misuse of the terms schizophrenia or schizophrenic to refer to the foreign policy of the United States, the stock market, or any other disconfirmation of one’s expectations does an injustice to the enormity of the public health problems and profound suffering associated with this most puzzling disorder of the human mind.”52

Myth #9: Full Moons Cause Crimes and Craziness

Once every 29.53 days on average, an event of rather trivial astronomical significance occurs. But according to some writers, it’s an event of enormous psychological significance. What is it? A full moon. Over the decades, authors have linked the full moon to a host of phenomena: strange behaviors, psychiatric hospital admissions, suicides, traffic accidents, crimes, heavy drinking, dog bites, births, crisis calls to emergency rooms, violence by hockey players…the list goes on and on.53

The word “lunatic” derives from the Latin term luna, or moon. Legends of werewolves and vampires, terrifying creatures that supposedly often emerged during full moons, date back at least to the ancient Greeks, and were popular in Europe during much of the Middle Ages.54 In 19th-century England, some lawyers used a “not guilty by reason of the full moon” defense to acquit clients of crimes committed during full moons.

Even today, the notion that the full moon is tied to strange occurrences — the “Lunar Effect” or “Transylvania Effect” — is deeply embedded in popular culture. One study revealed that up to 81% of mental health professionals believe in the lunar effect,55 and a study of nurses demonstrated that 69% believe that full moons are associated with increase in patient admissions.56 In 2007, Brighton, England instituted a policy to place more police officers on the beat during full moon nights.57

Psychiatrist Arnold Lieber popularized the idea of a correlation between the full moon and behavior.58 For Lieber, the lunar effect stems mostly from the fact that the human body is four-fifths water. Because the moon affects the tides of the earth, it’s plausible that the moon would also affect the brain, which is, after all, part of the body. Yet as astronomer George Abell noted, a mosquito sitting on your arm would exert a more powerful gravitational force on your body than would the moon.59 Furthermore, the moon’s tides are influenced not by its phase — that is, by how much of it’s visible on earth — but by its distance from earth.60 Indeed, during a “new moon,” the phase at which the moon is invisible to us on earth, it exerts just as much gravitational influence as it does during a full moon.

In 1985, two psychologists reviewed all available research evidence on the lunar effect, and found no evidence that the full moon is related to much of anything — crimes, suicides, psychiatric problems, psychiatric hospital admissions, or calls to crisis centers.61 Later investigators examined whether the full moon is linked to suicides,62 psychiatric hospital admissions,63 dog bites,64 or emergency room visits,65 and came up empty-handed.

What psychologists term the “fallacy of positive” instances may help to explain the persisting popularity of belief in the lunar effect. When an event confirms our hunches, we tend to take special note of it and recall it.66 In contrast, when an event disconfirms our hunches, we tend to ignore or reinterpret it. So, when there’s a full moon and something out of the ordinary, say, a surge of admissions to our local psychiatric hospital, happens, we’re likely to remember it and tell others about it. In contrast, when there’s a full moon and nothing unusual happens, we typically overlook or discount it. In one study, psychiatric hospital nurses who believed in the lunar effect wrote more notes about patients’ strange behavior during a full moon than did nurses who didn’t believe in the lunar effect.67 The nurses attended more to events that confirmed their hunches, which in turn probably bolstered these hunches.

Myth #10: A Large Proportion of Criminals Successfully
Use the Insanity Defense

After giving a speech on the morning of March 30th, 1981, President Ronald Reagan emerged from the Washington Hilton hotel. Seconds later, six shots rang out. One hit a secret service agent, one hit a police officer, another hit the President’s press secretary James Brady, and another hit the President himself. The would-be assassin was a delusional 26 year-old man named John Hinckley, who had fallen in love from a distance with actress Jodie Foster and become convinced that by killing the President he could make Foster reciprocate his feelings for her. In 1982, following a trial featuring dueling psychiatric experts, the jury found Hinckley not guilty by reason of insanity. The jury’s decision triggered an enormous public outcry; an ABC News poll revealed that 76% of Americans objected to the verdict.

Surveys show that most Americans believe that criminals often use the insanity defense as a loophole to escape punishment. One study revealed that the average layperson believes that the insanity defense is used in 37% of felony cases, and that this defense is successful 44% of the time. This survey also demonstrated that the average layperson believes that 26% of insanity acquittees are set free, and that these acquittees spend only about 22 months in a mental hospital following their trials.68 Many politicians share these perceptions. One study revealed that politicians in Wyoming believed that 21% of accused felons had used the insanity defense, and that they were successful 40% of the time.69 In 1973, President Richard Nixon made the abolition of the insanity defense the centerpiece of his effort to fight crime.

Yet these perceptions of the insanity defense are wildly inaccurate. Data indicate that this defense is raised in less than 1% of criminal trials and that it’s successful only about 25% of the time.70 For example, in the state of Wyoming between 1970 and 1972, a grand total of 1 (!) accused felon successfully pled insanity. Members of the general public also overestimate how many insanity acquittees are set free; the true proportion is only about 15%. Moreover, the average insanity acquittee spends between 32 and 33 months in a psychiatric hospital, considerably longer than the public estimates. In fact, criminals acquitted on the basis of an insanity verdict typically spend at least as long in an institution (such as a psychiatric hospital) as criminals who are convicted.71

How did these misperceptions of the insanity defense arise? We Americans live increasingly in a “courtroom culture.” Between Court TV, CSI, Law and Order, and CNN’s Nancy Grace, we’re continually inundated with information about the legal system. Nevertheless, this information can be deceptive, because the media devotes considerably more coverage to legal cases in which the insanity defense is successful, like Hinckley’s, than to those in which it isn’t.72 As is so often the case, the best antidote to public misperception is accurate knowledge. Lynn and Lauren McCutcheon found that a brief fact-based report on the insanity defense, compared with a news program on crime featuring this defense, produced a significant decrease in undergraduates’ misconceptions concerning this defense.73 These findings give us cause for hope, as they suggest that it may take only a small bit of information to overcome misinformation.

We can all be fooled by psychomythology, largely because so many popular misconceptions dovetail with our intuitive hunches. As a consequence, we must turn to scientific reasoning, which is a set of safeguards against the tendency to confirm our initial beliefs, to evaluate whether the claims of the pop psychology industry pass muster.74 The good news is that by continually scrutinizng and questioning popular psychology claims with scientific thinking and scientific evidence, we can come to a better understanding of our mental worlds and make better everyday life decisions.

About the authors

Dr. Scott O. Lilienfeld is a Professor of Psychology at Emory University, editor-in-chief of the Scientific Review of Mental Health Practice, and past president of the Society for a Science of Clinical Psychology. His principal areas of interest include personality disorders, psychiatric classification, evidence-based practice in clinical psychology, and science and pseudoscience.

Dr. Steven Jay Lynn is a Professor of Psychology at Binghamton University (SUNY), the director of the Psychological Clinic and the Center for Evidence-Based Therapy, and a diplomate in clinical and forensic psychology (ABPP). He is the author of more than 270 books, chapters, and articles on science versus pseudoscience, hypnosis, memory, dissociation, and psychological trauma.

Dr. John Ruscio is an Associate Professor of Psychology at The College of New Jersey. His interests include quantitative methods for social and behavioral science research and characteristics distinguishing science from pseudoscience.

Dr. Barry L. Beyerstein was Professor of Psychology in Simon Fraser University, and an internationally recognized expert on myths about brain functioning. Barry passed away in 2007 at the age of 60, and we dedicate this article to his memory and extraordinary contributions to skepticism.

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19 sept 2010

Coaching Organizacional




Entrevista a Brian Weiss: Comenzando a Entender el Poder del Amor

Entrevista de Isabela Herranz

“Ser una persona espiritual, compasiva y amorosa con los demás y con uno mismo… eso sí que importa. Es lo que nos llevamos cuando pasamos al otro lado. Creo que hay un propósito tras la creación y que no existimos como resultado de una colisión caótica de moléculas”.

Gracias a la labor de investigadores como Brian Weiss, en las últimas décadas se ha producido un extraordinario interés en la reencarnación y en la terapia regresiva. En su primer libro Muchas vidas, muchos maestros (1988), este psiquiatra estadounidense abrió una puerta inesperada al sorprendente reino de la regresión a vidas pasadas, mientras que en A través del tiempo (1992) mostraba cómo emplear técnicas rápidas y seguras para sanar todo tipo de síntomas clínicos. Más recientemente, extrayendo sabiduría de los Maestros, guías espirituales que modelan nuestros destinos, este autor best-seller nos ha ofrecido una valiosa obra -Sólo el amor es real- donde revela que la fuerza esencial de la vida en el universo y la energía sanadora suprema es el amor.

Al parecer su vida profesional adoptó un nuevo giro a raíz de trabajar con una paciente que bajo hipnosis revivió supuestas vidas pasadas. ¿Podría contarnos algo en relación con ese periodo entre “la antigua forma de ver el mundo” y la “nueva”?
Sí, esta paciente tuvo un efecto muy profundo en mi vida porque yo era un científico, había escrito bastantes libros y ensayos y mi reputación académica era notoria, estaba alcanzando incluso renombre internacional en psico-farmacología. Pero cuando comencé a trabajar con Catherine la visión que tenía de la vida y la muerte cambiaron por completo. Entonces se me habría podido definir como un agnóstico. Creía en la ciencia, en la lógica, en los valores del hemisferio cerebral izquierdo. Esto aconteció hace 23 años y desde entonces he tratado a 3.500 pacientes más. Empecé a investigar en áreas como la reencarnación y la conciencia humana sobre las que nunca se me ocurrió que podría llegar a investigar. En fin, cambió mi sistema de valores, me di cuenta de lo que era importante y lo que no.

¿Y ahora qué es lo más importante para usted?
La forma en que me relaciono con los demás, los sentimientos sobre mí mismo, la paz interior que experimento cuando medito, la comprensión de un todo mayor. Ahora son menos importantes para mí las cosas materiales que poseo o lo que puedan pensar los demás. Ser una persona espiritual, compasiva y amorosa con los demás y con uno mismo… eso sí que importa. Es lo que nos llevamos cuando pasamos al otro lado. Creo que hay un propósito tras la creación y que no existimos como resultado de una colisión caótica de moléculas. Tampoco creo que el tiempo exista. Si todo es energía, en términos de reencarnación no importa cuántas vidas tenemos. Creo que estas vidas ocurren en realidad de forma simultánea y que seguimos viviendo cuando nuestro cuerpo muere, somos inmortales.

Experiencia Regresiva

¿Se ha sometido personalmente al proceso de regresión? ¿Cómo ha sido su experiencia?
Unas ocho o nueve con diferentes colegas y mi esposa y sé que puede ser algo muy emotivo y vívido. Alguna vez me ha ocurrido en sueños. Recuerdo una experiencia especialmente interesante durante una sesión de shiatsu. Recordé haber sido una especie de sacerdote en tiempos babilónicos, pero no tengo forma de comprobarlo. Ni siquiera regresé con un nombre, pero estaba en un zigurat y era una persona que no ayudaba a los demás, sino que se aprovechaba de ellos para su ganancia personal. En otra vida me vi como un sacerdote católico y sufrí tortura y muerte durante la inquisición en Dublín. Mi actitud era muy distinta a la anterior. Quizá fue mi mente la que creó todo el escenario, pero mirando a mi mente de forma objetiva fue algo muy diferente a como suelo soñar despierto, por ejemplo. Eran recuerdos cargados con mucha emoción, tenían una cualidad diferente. ¿Cómo voy a probar algo así en un laboratorio? Hay zonas del cerebro que se activan durante estas experiencias según comprobó el neurólogo Penfield, pero creo que hace falta investigar mucho más todavía. En Occidente todo queremos explicarlo científicamente pero también debemos ser pragmáticos y filósofos. La esencia de la ciencia es mantener una visión abierta y encuentro que la mayoría de los científicos no la tienen.

Drogras y Alucinógenos

Además de estas experiencias de regresión, ¿ha probado algunas drogas enteógenas con ánimo de explorar la conciencia?
Buena pregunta… La verdad es que nunca me atreví a pesar de haber estado investigando con ácido lisérgico mucho antes de trabajar con técnicas de regresión. Trabajaba con ratas para observar qué efectos producía en sus cerebros. Su posible influencia en la genética me disuadió. No sé si me he perdido algo, pero nunca he probado drogas alucinógenas, ni siquiera cuando estuve en Brasil. En cambio, sí he probado técnicas muy efectivas como el Hemi-Sync. De todas formas para vaciar la mente practico diariamente un sistema de meditación elaborado por mí con diferentes técnicas. Me funciona mejor por la mañana, antes de comenzar la jornada, y suelo alcanzar niveles muy profundos de relajación.

¿Continúa haciendo regresiones en la actualidad?
Nunca he dejado de investigar y sigo siendo muy crítico. No sería científico aceptar las cosas sin evaluarlas cuidadosamente. Sin embargo, ahora soy más intuitivo. Sigo atendiendo pacientes y fundamentalmente hago regresiones, pero sobre todo estudio la conciencia. Por ejemplo, ¿cómo puede alguien saber lo que está ocurriendo en un momento determinado a seis mil kilómetros de distancia? ¿Cómo establecen los médiums contacto con los espíritus de difuntos? Estudio todo esto. No digo que todo sea religión o espiritualidad, sino algo científico. Se trata de energías y habilidades que tenemos para las que todavía carecemos de explicaciones científicas, pero las tendremos muy pronto.

¿Se está refiriendo a investigación parapsicológica?
A este tipo de investigación hoy la denominamos así, pero dentro de pocos años poseerá carácter de ciencia. Se trata de la energía de la mente. Cuando hacemos un electrocardiograma o en electroencefalograma, por ejemplo, lo que estamos testando es mera energía coronaria o cerebral. La conciencia se encuentra situada a lo largo de todo el espectro. Ahora hay científicos muy serios que estudian todos estos fenómenos. Aunque todavía los situamos en el reino de la parapsicología están deslizándose en el terreno de la ciencia tradicional.

En relación con dicha “energía”, ¿ha tenido alguna experiencia que pudiera calificar de paranormal?
Bueno, no sé hasta qué punto. Hay muchas personas que afirman ver auras y colores. Hace unos años asistí a una pequeña reunión en Estados Unidos con el Dalai Lama. A su alrededor y alrededor de los otros lamas que le acompañaban vi un halo de luz dorada. Se me ocurrió decirlo y con gran sentido del humor todos se echaron a reír diciendo que sí, que tenían esa luz a su alrededor. Estuvo muy bien. También hice unos experimentos en la universidad con unos sanadores chinos para comprobar si la energía de sus manos afectaba a unos cultivos de bacterias y a personas. Funcionó. Creo que estamos empezando a comprender en qué consiste todo este mundo de las energías, el poder del amor, la compasión, etcétera.

¿Cuál cree que ha sido la contribución más importante de la terapia regresiva al campo de la psicología?
Los pacientes se benefician profundamente y en consecuencia sufren menos y gastan mucho menos porque el tiempo de tratamiento se reduce muchísimo. Aunque sólo sea por lo bien y rápidamente que funciona merece la pena ponerla en práctica y estudiarla a fondo. Es terapéutico cuando la persona sigue el proceso y lo vive con emoción, no sirve que un psíquico o un médium les diga lo que fueron en vidas pasadas. Personalmente trabajo en dos niveles. Uno es la validación de los recuerdos, es decir, los detalles históricos, nombres, etcétera. Hay casos de personas que hablan cinco idiomas que no han aprendido en esta vida. El otro nivel es el terapéutico: los pacientes se curan al margen de sus creencias en la reencarnación. Desaparecen los síntomas físicos que padecían, al igual que las fobias, sienten una profunda paz y relajación. Esto es muy notable al margen de nuestra capacidad para explicarlo de forma científica. La fenomenología está clara: la gente se cura rápidamente. A veces es suficiente con un par de sesiones, mientras que antes hacían falta un par de años o más de psicoterapia para obtener resultados. Suele haber recuerdos reprimidos con una gran carga emocional y con la técnica de la regresión afloran casi inmediatamente. Es muy potente.

Vidas Pasadas: ¿Fantasía o Realidad?

Algunos investigadores piensan que las historias que emergen durante las regresiones relativas a supuestas vidas pasadas son mera fantasía elaborada por nuestra mente inconsciente. ¿De qué argumentos dispone para refutar esto? ¿En cuántos casos de los investigados por usted ha podido verificar datos sobre vidas pasadas?
Nuestra mente es sorprendente y apenas empleamos sus poderes creativos, pero al margen de esto cada vez nos encontramos con más casos que parecen confirmar y validar la existencia de la reencarnación. Van más allá de las explicaciones. Recuerdo, por ejemplo, el caso de una mujer inglesa que recordó una vida pasada en Irlanda. Nació en los años treinta y murió en los cincuenta a raíz del parto de su quinto hijo. Los cinco niños todavía vivían y confirmaron todos los recuerdos de la infancia de su madre, tal y como ella los había recuperado durante la regresión. No se trata evidentemente del inconsciente colectivo ni nada similar. Ya contamos con cientos de casos. Cuando preguntas las personas recuerdan perfectamente que sus recuerdos son de una vida anterior. Sin duda, todo esto es muy difícil de demostrar en laboratorio. Como ahora viajo mucho lo que hago es entrenar en esta terapia a unos doscientos profesionales al año en todo el mundo. Cuantos más la practiquen más datos tendremos para una evaluación científica. Se trata de dar credibilidad a esta terapia. Aunque a veces no es fácil discernir lo que es real de lo que no lo es, lo importante en definitiva es que el paciente se cure de verdad. Es increíble que muchas personas con síntomas físicos o incluso con tumores que han sido confirmados por resonancias magnéticas o tomografías cuando se someten a una técnica de regresión se curan. Se trata de cambios fisiológicos palpables. Es una prueba clara de la conexión entre cuerpo y mente.

¿Podría resumir los mensajes más importantes que ha recibido de los Maestros?
Creo que todos tenemos contacto con la conciencia o el yo superior, da igual el nombre que utilicemos para definirlo. Pero cuando escuchamos los mensajes se observa que todos giran en torno al amor, la compasión, la ayuda a los demás, etcétera. Eso es precisamente lo que están descubriendo los científicos. A veces cuando leo a Albert Einstein o a otros científicos cuánticos me doy cuenta de que su trabajo es profundamente místico. Es siempre el mismo mensaje: hay mucho más en la vida que no vemos. Somos energía, compasión, amor y tenemos que actuar en consecuencia. Ese es el mensaje. Creo que podemos debatir cuanto haga falta sobre si la reencarnación es real o no, pero en última instancia lo que cuenta es comprender que nuestra verdadera naturaleza es espiritual. Tenemos que sanarnos individualmente y en grupos.

Brian Weiss es psiquiatra y escritor de varios libros basados en su experiencia como psiquiatra y sanador. Se graduó en la Universidad de Columbia y se licenció en la facultad de Medicina de Yale. Ha trabajado como director del Departamento de Psiquiatría del Centro Médico Mount Sinai, en Miami. Weiss dirige seminarios nacionales e internacionales, talleres experimentales y programas de formación para profesionales.

www.brianweiss.com