RUMI

Cada árbol y cada planta del prado
parece estar danzando;
aquéllos con ojos comunes
sólo los verán fijos e inmóviles.

27 oct 2011

La Cultura del Honor

Los patrones culturales de las sociedades Mediterráneas y de América del Sur han sido denominadas culturas del Honor, por la gran importancia que dan a las estructuras sociales tradicionales y el peso que tiene la opinión pública como estamento social. En estas culturas los hombres son los encargados de cuidar de la familia, y proteger a las mujeres de conductas deshonrosas, normalmente asociadas con conductas sexuales. La defensa de las mujeres de la familia llega a anularlas o incluso a humillarlas tratándolas como una propiedad más de la familia. El uso de la violencia es normal, en forma de amenaza o de agresión si no se culpen las normas que preservan la reputación de la familia (Pitt-Rivers Peristiany, 1993).

En el fenómeno de la cultura del honor, que se dio primero en las regiones de la Europa Mediterránea y después en Sudamérica, se pueden considerar tres puntos de inflexión a través del tiempo:

· Los primero rasgos de una protocultura del honor los encontramos en los antiguos pueblos que basaban su economía en la cría de ganado y el pastoreo. La inseguridad de estas familias trashumantes que recorrían la zona de los Balcanes, Grecia o zonas aisladas del Sur de Europa, las predispuso al uso de la violencia por la vulnerabilidad que sufrían (como el robo de sus animales). Tenían una actitud vigilante ante cualquier posible amenaza y aprendieron rápidamente que la mejor manera de ahuyentar a los delincuentes era responder con un grado de violencia extrema, lo cual protegía a su ganado y le hacía mantener una reputación que persuadía a otros posibles ladrones.

· En el caso de España, tuvo una gran importancia la estructuración del Ejército en el Medievo. La institución militar generó una clase noble (surgida de la reconquista) que promovía valores como el honor y la reputación. Dicho honor fue el causante de muchos problemas materiales y económicos entre la aristocrática española, al no relacionarse con las actividades comerciales e industriales, a las que consideraban poco dignas para la gente honorable (Nisbett, 1993; Caro Baroja, 1993)

· Un tercer punto importante es la histórica debilidad de las instituciones en la Europa Mediterránea y América. Las demarcaciones fronterizas entre muchos países americanos y europeos eran ambiguas y cambiantes, siendo complicado para los ciudadanos identificarse con una realidad nacional propia, lo que dificultaba a su vez la implantación un sistema legal eficiente. La tendencia de muchos pueblos alejados de las grandes urbes a guiarse bajo sus propias leyes y autoprotegerse (Cohen, 1998; Pitt-Rivers & Peristiany, 1993).

Estos tres puntos, la cultura trashumante, los ideales militares de la aristocracia española medieval y la debilidad de los Estados, dieron origen a la cultura del honor.

Valores como el orgullo, la preocupación por la opinión pública (el qué dirán) y la violencia como respuesta a las provocaciones (en especial si dañan el buen nombre de la familia o del grupo) y con el fin de proteger y cuidar a los suyos.

La cultura del honor es una consecuencia de las presiones socioeconómicas, pero también de los valores culturales y creencias cristalizadas en un estilo de vida que ha perdurado más allá de las situaciones originarias y a pesar de la evolución social. A pesar de las fuertes críticas dirigidas hacia el honor y el síndrome de la vergüenza (Llobera, 1987; Pina-Cabral, 1989; Gilmore, 1990), los estudios recientes apoyan la idea de que los valores relacionados con el honor persisten en España y en otros países del Sur de Europa. Los españoles también proporcionan más atributos prototípicos de la cultura del honor (emociones basadas en el orgullo) y buscan el reconocimiento público y los otros valores relacionados con este tipo de emociones. Esta cultura emocional que se da en España, marca la diferencia entre los países con alta y baja aceptación de la cultura del honor, como por ejemplo Holanda (Fischer, & de Manstead; Rodríguez, 1999).

Los datos recogidos por Nisbett et al. (Ross & Nisbett, 1991) confirman que la cultura del honor también persiste en el actual Sur de los Estados Unidos. Debido probablemente a un pasado de esclavitud, pobreza y a la importación de una estructura social al estilo de la vieja y aristócrata Europa, que origino el surgimiento de una cultura del honor en el siglo XIX. La enculturación a través de las estructuras sociales como la familia y las instituciones afines, perpetuaron los valores tradicionales como el honor, orgullo y la violencia. En la actualidad aunque las condiciones socioeconómicas han cambiado y existe una estabilidad social basada en un sistema legal. Sin embargo esta cultura ancestral perdura, y se pueden encontrar los mismos valores que hace doscientos años, dentro de las estructuras sociales como la familia, la religión o las instituciones sociales.

Diversas pruebas ponen en evidencia la existencia de esta cultura en la contemporánea sociedad sureña de los Estados Unidos. Por una parte el comportamiento colectivo muestra la tasa más alta de homicidios iniciados a causa de discusiones, del país. En relación con las actitudes y normas, se ha comprobado estadísticamente y de manera experimental que comparativamente con el resto de los Estados, los habitantes del Sur de los Estados Unidos, tienen más facilidad para respaldar con violencia e insultos, los comportamientos de protección y defensa de su familia.

Tienen las normas institucionales y las leyes son más clementes con las conductas de autodefensa, una regulación más laxa con el control de armas. Además, unos Medios de Comunicación, con canales de televisión que ofrecen una mayor carga violenta en sus programas, y la prensa escrita que trata sobre temas relacionados con la violencia (armas, homicidios, etc.) tiene el mayor número de suscriptores en el Sur de los Estados Unidos. Esto sin duda fortalece la idea de que los Estados del Sur son más propensos al uso de la violencia (Cohen, 1998; Nisbett, 1993).

Los mecanismos que se están utilizando para acabar con la violencia asociada al síndrome de honor son, por un lado, el endurecimiento de las leyes para controlar las peleas y controlar el acceso de la población a las armas de fuego. Por otro, un plan estratégico que favorezca el desarrollo industrial y económico. Y por ultimo una política social que incida en valores que no estén relacionados con la cultura del honor (Cohen, 1998).


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